PRIMERA PARTE: ¿TE CONOZCO? CAP 3

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3. Trato.

1
Dunkel no había salido por la puerta. Como alguien normal. ¿Normal? ¿Qué era normal en esos instantes? Él joven Adonis salió por la ventana. Las cortinas bailaban al son del viento, mientras Ariel estaba parada en el umbral de la puerta de la habitación, aún con la sábana enrollada en el cuerpo, viendo hacia la ventana. Pensando en lo que iba a hacer. Su vida había tomado un giro impresionante, ¿Él vampiro volvería? ¿O sólo debía olvidarse de él? ¿Sólo fue una aventura…?

—Una aventura...—la pelirroja sonrió, caminó hacia una mesita de noche negra que estaba al lado de su cama, tomo el teléfono inalámbrico y cuando iba a marcar el número de su novio, éste comenzó a sonar, sí, era Misael.

—¡Ariel, amor! ¡Ya estoy llegando! —su voz temblaba de preocupación.

—Estoy bien, Misael, en serio...—dijo cabizbaja, no se encontraba en situación de hablar con su novio.

—No estás bien y ya estoy estacionando mi auto a lado del tuyo, ya subo —colgó sin más.

Las pupilas de sus ojos grises se dilataron, el teléfono fue a parar a su base, las sábanas cayeron a la par de sus pies corriendo a su armario. El abrir del armario sonó por toda la habitación, buscó entre los cajones de madera un camisón o algo similar. Pero sólo encontró una playera larga, que le llegaba poco más arriba de las rodillas; escuchó el sonido del timbre, dio un respingo y corrió a la puerta, tomó aire y abrió.

—Te dije que estaba bien...—trató de sonreír, no le duró mucho la sonrisa, pues una punzada se sintió en su cuello, posó su diestra en el músculo de su cuello y lo apretó.

—¿¡Estas bien!? —Misael entró, rodeó la cintura de la chica con su brazo derecho, mientras colocó su zurda entre sus omóplatos para así servir de apoyo.

—S-sí, tranquilo —tenía los ojos cerrados con fuerza. No quería que viera las marcas de mordidas.

—Déjame ver, ¿quieres un masaje? —la miró con desasosiego, mordió el interior de su boca, no sabía qué le pasaba a su amada.

—No, estoy bien en serio —asintió, abrió los ojos y ahí estaba la perfecta imagen de Misael; un joven nada, que se mantenía en forma sana, fuerte, su altura era de 1.77, su cabello negro carbón colgaba en pequeños mechones de su cara a sus ojos, que eran de un café oscuro, su piel era color avellana, claro que era un tipo más a lado de Dunkel. Sus labios delgados rojos pálidos estaban muy cerca de los de Ariel.

Esos ojos se posaron en la mano de la chica, que aún tenía en su cuello—. ¿Estrés?

—¡Sí! Ayer… murió un primo lejano, y bueno, mi madre se escuchaba triste, me comentó que lo conoció y que yo también pero quizás no lo recordaría —se dio una bofetada interna, no debía mentirle a su novio. Se incorporó soltándose de los brazos del adverso, vio una bolsa de plástico tirada en el piso—. ¿Qué es eso?

—Ah… —no quería tocar el tema de su primo difunto, no era bueno con esos temas —, comida, sé que cuidas tu cuerpo y esas cosas, pero no está de más pizza y helado de chocolate. Además, ayer te perdiste la fiesta así que decidí traer la fiesta a ti —sonrió y dejo ver esa dentadura perfecta y blanca.

—Gracias, amor —sonrió con simpatía

Misael se inclinó por la bolsa, visualizó sus rodillas rojas con leves cardenales—. ¿Qué te pasó? —al levantarse su mirada chocó con la de Ariel.
Ella desvió la mirada—. Eh, ayer me caí saliendo de la ducha. Nada del otro mundo. —bajó la mirada y caminó hasta la cocina. Misael la siguió con el ceño fruncido gracias a la duda que provocaba en él; la conocía lo suficiente para ver lo que escondía detrás de esos hermosos ojos grises. Lo vio, claro que lo vio.



MaureenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora