Sueño

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En la soledad de su habitación, Tony descansa sobre su cama. No hace nada. Sólo mira hacia la puerta de su habitación en la que tiene pegado un poster de AC/DC. Por la ventana se cuelan los últimos estertores del día. La luz dorada incide en el pizarrón que tiene a un lado de su escritorio. En él tiene anotadas algunas fórmulas y el boceto de su último proyecto de ciencias y con tachuelas tiene sujetos al marco de madera algunas hojas de artículos científicos, algunas fotos con sus amigos y un calendario del mes en curso un poco maltratado. El último día, un domingo, está marcado con un círculo rojo. Ese día es el del baile de graduación y aún no ha invitado a Steph. Pero no está pensando en ello en este momento.

Con la vista fija en la puerta de su habitación, su inquieta imaginación lo atormenta. Ve, como en un sueño, como esa puerta se abre lentamente. Él sigue recostado en su cama y escucha el rechinido de la puerta, incluso cree escuchar a la perilla girar. La puerta se abre y aparece, bajo el marco de la puerta, la capitana Rogers, con su bikini azul y la piel aún húmeda.

Ella lo mira tras los lentes oscuros, como hiciera frente a la alberca, deslizándolos un poco por el puente de su nariz. Sus ojos azules parecen lanzar una flecha que le atraviesa el corazón. Él aguanta la respiración. Ella se quita los lentes y los deja caer en el piso para, después, cerrar la puerta tras de sí. Tony la ve poner el seguro. Está atrapado, pero no se le ocurre una prisión más dulce.

Steph da un paso hacia su cama. Tony puede ver las gotas de agua resbalando por su cuerpo y siente envidia de ellas. Ella no le aparta la vista. La luz se extingue afuera, pero ella brilla con luz propia. Tony no puede hablar, ni siquiera cree que sea necesario. Ella lleva una mano a su espalda, él no lo comprende hasta que ve que tira de un lazo azul, puede ver como la tela cede un poco ante el peso de sus generosos senos. La boca se le seca. Ella parece divertirse con su reacción porque sonríe. Entonces, dirige su otra mano hacia su cuello, Tony vuelve a sentir envidia. La mano se pierde tras su cuello y, una vez más, tira de un lazo color azul.

Tony aguanta la respiración, con el corazón aporreándole el pecho. La tela cae, resbala como en cámara lenta por el torso de Stephanie. Y, entonces, se descubren ante el muchacho, la redondez de los senos de su chica de ensueño. Sus ojos siguen su perímetro, ansiosos, se detienen un poco en las aureolas y en el botón rosado que las corona. Su respiración cambia entonces, se vuelve agitada, la sangre fluye y se acumula en su entrepierna.

Ella le sonríe seductoramente y camina un par de pasos más cerca de él. Tony no puede moverse, está como hechizado, lo único que puede hacer quedarse ahí. Ella suelta su cabello, el cual, curiosamente, no está mojado. La cascada dorada cae sobre sus hombros y enmarca bellamente su rostro, dándole un nuevo énfasis a su mirada casi felina. Tony se muerde los labios. Está sufriendo, pero no puede moverse.

Stephanie, entonces, dirige sus manos hacia su cadera, sus dedos se enredan en los listones que atan lo último que queda del bikini a su cuerpo. Tony tiembla con anticipación, respira agitadamente, una punzada de calor sube por su vientre, se esparce por su cuerpo. Entonces, ella tira de los lazos, el triángulo azul se desliza entre sus piernas, ahora puede verla con más claridad. Qué la diosa Venus lo castigue por pensar que Stephanie es más bella que ella, así, desnuda frente a él, con la piel mojada y el cabello derramándose sobre su espalda y hombros.

Sin ser capaz aún de moverse, la ve hincar una rodilla en el colchón, una mano, la otra rodilla, la otra mano. Siente su movimiento en el colchón a medida que ésta avanza, gateando hacia él. Tony, una vez más aguanta la respiración. El cuerpo de Stephanie lo cubre poco a poco. Él puede sentir su calor, su tacto suave, su peso. Su rostro está tan cerca que puede sentir su respiración, ella se acerca más, él cierra ojos, casi puede sentir el beso sobre sus labios, cerca más cerca.

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