Fiebre

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Quedan dos días antes del baile de graduación y Loki ya está contando su dinero por adelantado. Tony lo ve alardear, pero no dice nada. Está deprimido, tanto que ni siquiera tiene ganas de responderle. El resto de sus amigos lo ven con preocupación.

—¿No te ha dicho nada tu padre? —le preguntan.

Tony niega. Stephanie tampoco ha ido a su casa por esos días, así que Tony piensa que están esperando algo. Quizás a que se gradúe. Es algo conveniente, puesto que, entonces, el marchará a la universidad y la casa será toda de ellos. Se le revuelve el estómago de sólo pensar en lo que ella y su padre harán. Gime de dolor y se deja caer de cabeza en el pupitre. Sus amigos, incluyendo a Loki, se miran. Eso sí es raro.

—En verdad te gusta, ¿cierto? —pregunta Loki.

Tony asiente, porque no tiene ganas de decir nada. Incluso su imaginación para los comentarios sarcásticos ha disminuido. Ya nadie dice nada. Ahora si es en serio, en verdad, Tony está enamorado, más que eso, está locamente enamorado. Él lo sabe, por ello toma una decisión.

Esa tarde toma su bicicleta y se enfila hacia el departamento de Steph. Sabe dónde vive, más de una vez ha ido ahí con su padre. No le abre la puerta ella sino una chica pelirroja y también muy bella. Tony la conoce, es Natasha, la esposa del mejor amigo de Steph. Ella lo deja pasar y le dice que está cocinando una cosa cuyo nombre en ruso no capta. Tony se da cuenta que, en realidad, quien cocina es el esposo de ésta, Bucky.

—¿Vienes a buscar a Steph? —le pregunta éste con un cucharon en la mano.

Tony asiente.

—Ah, fue a comprar algunas cosas. Si quieres puedes quedarte a esperarla—dice Natasha mientras regresa a la comodidad del sillón desde el cual está disfrutando de una película.

Tony asiente y toma asiento junto a ella. Pronto se da cuenta que Natasha lo observa más a él que a la pantalla que tiene delante.

—¿Sabes? —le dice ella de la nada—. Una barba te haría ver un poco mayor.

Tony no entiende, la mira con desconcierto.

—Sí, creo que sería suficiente. De todas maneras, te ves un poco mayor de tu edad. Con barba podrías aparentar unos veintitantos.

Bucky sale de la cocina, está vez, sin cucharon.

—Nat, no lo molestes—le dice y se acerca al sofá. Sin decir nada más, revuelve el cabello de Tony con una mano—. No ves que es un bebé.

Eso molesta más a Tony que cualquier otra cosa.

—¡No soy un bebé! —se defiende y se levanta de su asiento para encarar a aquel pesado.

—¿No? Pero si aún vas en instituto.

—¡Ya tengo 17 años! ¡Pronto cumpliré los 18!

—Oh, ya veo—dijo Nat y su esposo asintió.

Tony no ve lo que ellos ven. Frunce el ceño, pero no tiene tiempo de más. Natasha lo abraza y le pellizca una mejilla.

—¡Es lindo!

—Pff—Bucky rueda los ojos.

En eso, la puerta se abre y Steph cruza el umbral. Tony se sobresalta.

—¡Tony! —para ella parece ser una agradable sorpresa.

—Supongo que te quedas a comer—dice Bucky.

Tony empieza a sentir que le cae mal, pero descubre que cocina muy bien y que tiene cierto interés en la ciencia. Así que Tony pronto está inmerso en una plática sobre el espacio exterior, durante la comida. Tony la disfruta, se siente a gusto. No se siente un niño.

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