Capítulo 15

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I

Me deslicé hasta que mis pies tocaron la helada superficie del suelo. Abrí la puerta de la habitación y me dirigí hasta la entrada, intentando no pisar a las criaturas que corrían despavoridas. Una vez frente a ella, me di cuenta de que había una silueta en la ventana, la cuál no podía ver por la oscuridad de afuera. ¿En qué momento se había hecho de noche?

Los golpes volvieron a aparecer, pero esta vez con más insistencia.

—¿Hay alguien? —su tono sonó a una suplica y yo reconocí su voz.

Al abrir, una harapienta y ensangrentada Hazel me esperaba al otro lado. Estaba viva y no podía explicarme a mí mismo el cómo. Era como si hubieran pasado semanas desde que habíamos sido atacados. ¿Cuánto tiempo llevaba allí? ¿En qué momento las horas se habían convertido en segundos?

—¿Blaise?

Se afirmaba lo que había sido su brazo anteriormente, ya que ahora colgaba destrozado en distintos puntos, con la sangre aún goteando de la punta de sus dedos. El hedor a descomposición se vio opacado por el metálico, por lo que tuve que retroceder un par de pasos para mantener el control.

—¿Qué te sucedió? —preguntó, entrando a la casa.

Claro, tenía el cuerpo cubierto de heridas y de sangre, lo había olvidado.

—Estoy bien —le aclaré, desviando la mirada de su extremidad—. Pensé que habías muerto.

—Yo también lo creí. No sé qué sucedió, no logro recordarlo, pero aparecí no muy lejos de aquí y esta era la única casa sin cuerpos descompuestos en su interior —explicó, cayendo al suelo de rodillas con una expresión compungida, tomando su hombro herido con la mano contraria. Hablaba como si hubieran pasado horas, no días enteros desde su desaparición.

No quería acercarme a ella, pero esa pequeña voz me decía que era lo que debía hacer. Si no le ayudaba pronto, posiblemente moriría por el estado de su brazo, aunque era una probabilidad demasiado alta basado en los pocos conocimientos que tenía sobre el tema.

Las criaturas emitieron un quejido alto y las observé por sobre mi hombro. Se habían agrupado en el rellano de la escalera, mirando con sus cuencas vacías lo que estaba sucediendo en la parte inferior. Si seguían así, despertarían a Vera y ella podría hacerle daño a Hazel.

Aguanté la respiración y la sostuve por su brazo sano para conducirla al baño de abajo, donde recolecté un par de toallas y ropa que Vera había dejado en los armarios. Hazel comenzaba a tener la mirada vidriosa, por lo que no me pregunto nada más, sólo se dejó conducir hasta el agua tibia y que le quitara la ropa para ayudarle a limpiarse y, de paso, limpiarme a mí.

No se veía mal, más bien era como si se lo hubieran hecho hace poco. No pregunté por ello y asumí que el hedor debía ser por los sitios en los que había estado.

Tardé más de media hora en limpiarla, vestirla y vendar su brazo, procurando dejar fijas las fracturas e intentar devolverlas a su sitio. No creía que fuera a servir de algo, pero hacer nada era mucho peor.

—¿Blaise? —la voz de Vera llegó hasta abajo y la madera crujiendo de los escalones me advirtió que estaba bajando.

No había nada útil en mentirle, por lo que le grité donde me encontraba y ella entró al baño, dirigiendo sus ojos instantáneamente a la chica que estaba sobre el piso. En ese momento me di cuenta de que ya estaba limpia y sus heridas habían comenzado a cerrar con mucha rapidez.

Vera no preguntó quién era y tampoco dijo nada al respecto. Se agachó a mi lado y deshizo todo mi trabajo para realizarlo ella misma de una manera que me pareció más correcta. Yo me aparté de ambas y salí al pasillo, buscando un olor más fresco que el acumulado a sangre que había en esas cuatro paredes.

Sombras en la NieblaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora