Capítulo 21

433 63 53
                                    

I

La habitación no era una de hotel. El piso era de viejas y desgastadas baldosas y las paredes blancas de concreto tenían la pintura salida a pedazos. No había una distinción clara entre las paredes y el techo, ya que estas eran altas y se comenzaban a curvar hasta formar la planicie. Las ventanas estaban al otro lado de la puerta en la que seguía apoyado, las que no tenían cortinas, pero sí una rejilla en la mitad inferior de estas y una lámina pegada en su totalidad para volver la superficie borrosa. En el resto, no había cuadros ni decoraciones, sólo un enorme reloj detenido en las cuatro de la tarde y una gran cruz de madera barnizada.

La luz de la tarde entraba a raudales, iluminando los delgados pilares de concreto repartidos más hacia los límites, y las sillas de madera y metal que estaban dispuestos en un círculo casi completo, ya que tenía una especie de pasillo que conectaba el centro despejado con el resto del aparente comedor escolar. Y allí, justo en medio, estaba una figura humana sentada con las piernas cruzadas y las manos apoyadas en las rodillas desnudas. Desde mi lugar, podía ver que sólo llevaba unos pantalones blancos en su tostada piel, la que cubría un cuerpo raquítico y avejentado.

La respiración provenía de él.

Volví a mirar unos segundos más la puerta de hotel y luego el comedor. No lograba entender lo que estaba pasando; el como un lugar como aquel estaba metido en un hotel y que pareciera tener su propio atardecer despejado al otro lado de los ventanales. Parecía de otro mundo, una situación onírica en la que me había visto envuelto sin buscarlo. Sin embargo, cualquier situación era mejor que la cosa que estaba en el pasillo.

Observé la herida que estaba en mi hombro, la cual había atravesado las capas de ropa. La sangre se estaba secando, por lo que supuse no tendría que preocuparme mucho. Además, había sido más bien superficial, sin comprometer los músculos o algo peor.

Con cautela, avancé en dirección al hombre en el círculo. No fui directamente y tampoco hice ruido alguno. No sabía cuán humano era o si era seguro estar cerca de él. Si estaba en un lugar como aquel y de esa manera, entonces no se debía tratar de nadie cuerdo.

A medida que me acercaba, sus facciones se hicieron más evidentes. La puntiaguda y caída nariz sobre tupido vello que le crecía en el rostro, el que envolvía labios secos y agrietados. Profundas arrugas surcaban su piel a los lados de los ojos y la sien, la que era amplia por la perdida de cabello que había sufrido con los años, el que era canoso y lo llevaba corto. Pero nada de eso llamaba realmente mi atención. Justo a ambos lados de la nariz, los párpados estaban hundidos y cerrados, dando a entender que no poseía globos oculares.

"... episodios de extrema violencia." "Alucinaciones de figuras humanoides mirándolo por la ventana." "Atacó a su familia con un cuchillo de cocina y se quitó los ojos con los dedos."

Era imposible no recordar el expediente en la recepción del hotel, el que hablaba de un hombre que había perdido la cordura y atacado a su familia, para luego arrancarse los ojos para buscar la paz al no ver a lo que lo observaba por las ventanas de su casa. Lo más perturbador, era que el número 204 estaba en el expediente. Justo la habitación en la que había entrado, con ese brillante número colgando en ella.

Tenía que salir de allí. Todo me gritaba que era peligroso y yo estaba herido y cansado, pero tampoco podía optar a ello con esa cosa rondando el pasillo del segundo piso. Por lo menos, contra un humano tendría más posibilidades de salvarme. O eso quería creer.

Lo más extraño de todo, más que ese comedor ajeno al pueblo, era que un hotel estuviera relacionado con un hospital psiquiátrico...

—Veo que volviste —dijo el hombre, sobresaltándome, pero yo no contesté. Hablarle devuelta sería provocar que se reafirmaran sus sospechas de que no estaba solo. Además, yo no era del que hablaba, nunca lo había visto en mi vida—. No seas tímido, ambos sabemos que sé que estás aquí —aseveró ante mi silencio.

Sombras en la NieblaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora