New York
Siglo XXIHarry Styles observó la sala de eventos en el vigésimo piso de la torre de Styles Corporation con sus manos enfundadas en los bolsillos de su pantalón, con aire satisfecho. Lo había hecho nuevamente. Hizo un rápido repaso por la sala y sonrió.
¿Música? Listo.
¿Decoración? Listo.
¿Bocadillos? Listo.
¿Cerveza? Listo.¿Una pequeña asistente de cabellos oscuros? Hmm, ¿dónde diablos se había metido ahora?
Harry sabía que ella debía andar por ahí, cerca, corriendo de un lado al otro puesto que podía escuchar el repiqueteo de sus zapatos por el pasillo al otro lado de la puerta y su aroma aún vagaba por el lugar: vainilla y coco. De algún modo, esto hizo que Harry se sintiera muy bien, estaba ya familiarizado con este agradable olor y se sentía tranquilo y a gusto; para él representaba tranquilidad si surgía un problema porque ella lo solucionaría, siempre lo hacía y esta noche no era la excepción.
Su asistente, Anna Miller, se había lucido en la organización de la fiesta de Halloween —aún cuando había dispuesto de una semana para hacerlo. Era simplemente excepcional.
Distraídamente saludó con un gesto de la cabeza a los músicos ensamblando su equipo e instrumentos en el pequeño e improvisado escenario y se dirigió a hacia la puerta, caminó por el pasillo hacia una de las salas de conferencias que se encontraba abierta y una luz emanada de esta.
Allí dentro y refunfuñando acerca de la necesidad de un espejo en la sala de juntas estaba ella, alisando su cabello negro a ciegas, enfundada en latex azul y morado. Sexy, pensó Harry.
—Alguien ya debería haber inventado una mierda como esa hace años. ¡Maldita sea! —Se estaba quejando Anna.
Harry, que miraba divertido la escena frente a él, tocó suavemente a la puerta y, horrorizada, Anna giró su cabeza antes de sonrojarse y tartamudear una disculpa.
Ella llevaba trabajando para Styles Corp. unos cinco años cuando inició como becaria. Harry recordó que, antes de ella, había tenido al menos media docena de asistentes en menos de dos años y cada una había sido peor que la anterior, hasta Anna. Así que en cuanto Anna comenzó su pasantía Harry supo que no podía dejarla ir, entonces cuando ella finalmente se graduó se ofreció a contratarla y esta aceptó enseguida.
Con el paso del tiempo, Harry había sido muy generoso con ella: obsequiándole desde fines de semana pagos en Aspen, entradas a los mejores shows de Broadway y días enteros de spa y descuentos en los mejores salones de belleza de la ciudad. Harry estaba empeñado en no dejarla ir así que no reparaba en gastos y se había asegurado siempre de agradecerle y elogiarla elocuentemente en lo que hacía y ella, tímida y sonrojada, aceptaba y daba gracias —aunque en secreto amaba la atención que su jefe le prestaba.
Durante un tiempo, Harry había pensado que Anna podría tener sentimientos por él o al menos estar atraída por él, no sólo se esforzaba por hacer bien su trabajo si no que también se preocupaba por su bienestar personal; preguntaba si había desayunado, se encargaba de que él tuviera siempre café y agua a todas horas, le recordaba que debía salir a almorzar cuando él parecía olvidarlo y si enfermaba, lo hacía ir a casa a descansar y ella se ocupaba de todo —hasta de recordarle que tenía que tomar su medicina si era necesario— y lo molestaba sólo si era estrictamente necesario.
Fue un pensamiento más o menos agradable hasta que una vez, por error de ella hace unas semanas, había escuchado una conversación que mantenía Anna con alguna de sus amigas, en la que confesaba estar perdidamente enamorada de él desde que lo había visto por primera vez hace cinco años. —Es una verdadera lástima que sea mi jefe, Wen, de lo contrario hubiese hecho algo ya por llamar su atención.
ESTÁS LEYENDO
El Traje Del Rey | h.s
Fanfiction❛Te ves tan bien con el cabello desparramado en mis almohadas.❜ Cuando Anna es enviada al pasado durante una fiesta de Halloween, jamás creyó que era para seguir ayudando a su jefe y tampoco esperó encontrarse con una aventura fantasmagórica. Histor...