5: Quieto

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Las cosas habían cambiado drásticamente después de aquellas pequeñas vacaciones. El cambio más visible, sin dudas, es que dormían juntos ahora. Jimin lo había decidido después de compartir cama en la casa de la montaña, y aunque le explicó que las circunstancias allí eran especiales, que no había calefacción, estaban cansados y Jimin todavía se sentía un poco mal por todo lo de la cola, él sólo había sonreído y explicado también que era más lindo dormir así y que Yoongi era abrigadito. Yoongi no había encontrado las fuerzas para decirle que no.

Ese era el asunto. El verdadero cambio entre ellos.

Yoongi había amanecido en la cabaña acariciando el cuello de Jimin con su nariz, y abrazado a su cintura. En su sueño, Jimin lo había besado con ojos abiertos y pestañas caídas, acariciando la línea de su mandíbula con sus delicadas manos. Se había sentido tan real que Yoongi había despertado sonriente y con la piel de gallina —aunque lo último podría ser a causa del frío—, y con una urgente erección bajo el bóxer rogando por rozarse contra el trasero desnudo de Jimin. No había cedido, porque Yoongi era un caballero y Jimin un jodido conejo, pero la idea no dejaba su cabeza cada vez que estaba en la casa. Lo había vuelto hosco. Yoongi nunca era hosco.

—Yoongiii... —Jimin rodó sobre el sillón, asegurándose el suéter sobre los muslos para que Yoongi no lo regañara—. Me aburro.

—Estoy trabajando —respondió Yoongi, y puso toda su concentración sobre la laptop para obligarse a no mirar.

Todavía lo hizo, de refilón. Jimin se mordía el labio inferior y movía sus piernas en el aire. Sus orejas estaban altas y atentas, y estaba tan concentrado en mirar a Yoongi que cuando notó su mirada también sonrió y movió la nariz velozmente.

—Vamos, juguemos —dijo, incorporándose casi en un brinco para sentarse en el sofá.

—No puedo, Jimin.

—Sí puedes —respondió, y caminó hasta él, tironeando de su hombro—. Sí puedes, sólo un ratito.

Yoongi sólo negó con la cabeza. Realmente no podía. El último fin de semana de viaje había significado un retraso en el informe que estaba preparando para la Universidad, y tenía que entregarlo en dos semanas. Además, no quería realmente; había estado evitando el tiempo de juegos desde que había notado lo difícil que era soltar a Jimin cuando lo atrapaba ahora.

Jimin tiró con mucha fuerza de su silla hasta correrla, alejándolo de la pantalla. Yoongi apretó los labios para no sonreír.

—Lo siento, bebé —dijo—, pero tengo que avanzar con esto.

Adelantó la silla sobre la mesa en un gesto brusco. Jimin frunció el ceño, empujando los labios hacia afuera, y Yoongi tuvo que esforzarse para no sonreír. Se encogió de hombros.

Jimin resopló y dio un fuerte pisotón.

—Estoy aburrido-o —insistió—, ¿hay algo para comer?

Yoongi suspiró, mientras Jimin daba media vuelta en dirección a la cocina. Eso explicaba por qué duraban tan poco las compras semanales. Aprovechando que no tenía que hacer el esfuerzo consciente de prestar atención a su pantalla por un segundo, hundió el rostro en sus manos y se refregó la sien. La imagen de Jimin rodando en el sofá sosteniendo el suéter apenas sobre sus muslos se le repetía como pantallazos en el recuerdo.

Oyó a Jimin trepar al mesón, probablemente en busca de los cereales de Yoongi arriba de la heladera. Luego el sonido de la caja y el crujiente mascar de sus dientes. Suspiró otra vez y se puso de pie, justo a tiempo para oírlo llamarlo.

—¡Yoongiii!

—Voy —dijo, pero en lugar de ir directamente a ayudarlo a bajar, se paró en el marco de la puerta y lo observó.

la regla de los tres meses ''yoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora