Capítulo 3: Silencio

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—Es suficiente—Asuna estalló, no podía soportar ya más debates—les confesé esto para que me reconfortaran, pero lo único que hacen es atormentarme más de lo que ya estoy.

Todas las presentes bajaron la mirada.

—Perdónenos, Princesa— Dijeron en coro

Asuna tomó un leve respiro. Estaba sofocada, necesitaba aire, y pensar las cosas con claridad y madurez.

Caminó hacia el jardín. El hermoso canto de los pájaros, mezclado por la refrescante brisa que azotaba el bello lugar, la hizo sentir como en casa, y a esa casa es su madre, a la que por cierto, extraña mucho.

EL suave sonido de un fragmento de una desconocida partidura empezó a escuchar. No quedaba lejos. El sonido se oía cerca, muy cerca.

Su corazón empezó a palpitar aceleradamente. Lo sabía, estaba segura de conocer aquella persona que se encontraba tocando el piano con cierta suavidad.

"Kirito"

Mi Princesa prohibida.

Capítulo 3

—¿Asuna?—el azabache mencionó inconscientemente su nombre al notar la presencia de la castaña, sobresaltándose por encontrar aquellos ojos avellana que tanto le gustaba deleitar.

—¿Qué te pasa? Parece que acabas de ver a un fantasma —inocentemente, la joven dejó escapar una leve risa con un toque de picardía.

Se tranquilizó al verla tan serena, pues ella era así, asombrosamente inteligente a la hora de llevar las riendas de todo; sin duda, junto con su hermano Eugeo, llevaría el reino por el camino más próspero. Se desanimó al percatarse de sus propios pensamientos, ¿de verdad estaba dándose por vencido? Percatándose de su error, desvió su mirada a otro lado, con el objetivo de alejarla de su amada.

—¿Kirito? —la castaña, preocupada por la inusual falta de interés del azabache respecto a su comentario, le dio un leve golpe en la rodilla, acción que, por supuesto , logró recuperar la atención del joven príncipe—. ¿Qué te pasa hoy, bobo?

—Parece que de verdad estás haciendo la vista gorda, eso es muy cruel... —como si pudiera leer su mente el sentido de sus palabras levemente pronunciadas, ella respondió sin vacilar.

—Es mi responsabilidad, Kirito, el tratado de nuestros reinos debe completarse, o si no... , tú más que nadie sabes lo que ocurrirá.

Él asintió sin más, sabía lo que vendría si tomaba la decisión de interponerse en ese acuerdo, pero le dolía. No podía imaginarse a Asuna en el altar siendo entregada a otro hombre que no fuera él.

Por más que le molestara, tenía que aceptarlo. Su hermano gobernaría junto a la mujer que amaba.

Pero, ¿cómo hacerlo? Si atendiendo a sus propias conclusiones, pareciera que un puñal le fuera clavado en su pecho. Amaba con mucha intensidad a Asuna, aquella niña que le impedía hacer travesuras en su niñez, ella era la voz de la razón que tanto adoraba. ¿Era a caso justo y coherente que ahora el destino decidiera por sí solo apartarla de él?

Antes de que pudiera contestarle, escuchó con claridad una voz familiar que les llamaba.

—¡Kirito! ¡Asuna! —un muchacho de carácter sereno se les acercaba, corría con una sonrisa juguetona en el rostro. En el interior, de su fina camisa de color azul marino, escondía, siendo con fuerza contra su pecho, un bulto como si fuera su bien más preciado.

—¿Eugeo? —Llegó hasta ellos a duras penas, su respiración era agitada, como si hubiera recorrido todo el reino hasta encontrarlos.

—Respira despacio, por favor —habló preocupada la princesa al notarlo tan cansado.

Mi Princesa Prohibida  [Kiriasu]Where stories live. Discover now