Día 3: borrachera.

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Pequeñísima aclaración: aquí, ambos personajes son mujeres. Y si quieren experimentar mejor la parte donde México canta, les recomiendo escuchar esa parte con el vídeo de la multimedia de fondo. uwu
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12:00 am.

Una voz fuerte, pero a la vez melodiosa, emanaba de las puertas de una taberna en la ciudad de México. El cielo estaba completamente despejado, dejándose ver la luna y las estrellas como bellas pecas luminosas del firmamento; la noche, fría y tranquila, armonizaba con ese aspecto tan lúgubre y nostálgico que se vivía puertas adentro del bar.
Copa tras copa, botella tras botella, sollozo tras sollozo: en una mesa del rincón, se encontraba aquella hermosa mujer, de cabellos negros como el azabache y piel morena. Un suspiro emanó de aquellos agrietados labios; había ido a su cantina preferida para ahogar su pena en alcohol y olvidarse de aquella hermosa mujer de largos cabellos rubios y piel blanca como la nieve, cosa que no estaba logrando en lo más mínimo. Del bolsillo de su gastado pantalón sacó una arrugada carta, escrita con una caligrafía hermosa pero manchada tenuemente con pequeñas gotas de agua y borrones de tinta, señal que la mexicana interpretaba como que su ex novia había estado llorando al escribirla.

Leyó y releyó aquel idioma tan familiar para ella; un idioma que tuvo que aprender al pasar de los meses, para lograr comunicarse con ella de una forma mucho más sencilla. Las lágrimas aumentaron en su rostro, mientras una fuerte punzada en el corazón se hacía presente al leer el último párrafo:

«Мій маленький цвітунчастий квітка, я боюся, що ми не можемо йти в ногу з цим. Батько виявив мене і планує відвезти мене назад в Україну, щоб спробувати "виправити мене". Ніколи не забувай мене, моє життя; В якийсь момент ми знову будемо разом, і нічого або ніхто нас не розділить.
Завжди свій,
Україна.»

«Mi pequeña flor de cempasúchil, me temo que no podemos seguir con esto. Mi padre me ha descubierto, y planea llevarme de regreso a Ucrania, para tratar de "arreglarme". Nunca me olvides, vida mía; en algún momento estaremos de nuevo juntas, y nada o nadie nos separará.
Siempre tuya,
Ucrania.»


—Maldito seas, URSS… —una risa amarga se escapó de sus labios mientras bebía lo poco que quedaba de aquella botella de mezcal; un ardor en su garganta y una sensación de calor inundó de poco en poco su ser. Envalentonada por el alcohol, se levantó con brusquedad de aquella mesa, acercándose  al cantinero le murmuró algo al oído; el pobre hombre accedió a las peticiones de aquella  señorita, dejándole pasar a un pequeño escenario que solía usarse cuando había música en vivo.
Una guitarra y un micrófono le fue cedido a México, la cual, subió al templete y se sentó con cuidado en uno de los banquitos que ahí se encontraban. Encendió el micrófono y, con un hipido, se dirigió al poco público que ahí se encontraba.

—Ah, el amor… El causante de que muchos estemos aquí, ¿no es así, compañeros? Ese vicio que no hace otra cosa que llevarnos al cielo cuando lo tenemos, y cuando se muere… —sonrió— Nos morimos con él.

Afinó las cuerdas de la guitarra lo mejor que el alcohol le permitía y aclaró su garganta, dejándose llevar por la melancolía y la impotencia que padecía esos momentos.

—Pero, ¿Qué puedo decir yo? Sólo soy una mujer que cayó en esas peligrosas redes de un amor prohibido, y ahora no le queda absolutamente nada por lo que creer o seguir viva. —los presentes le miraban con tristeza, compartiendo su pesar. —Pero como dicen por ahí, no hay nada mejor para un mal de amores que una botella y una canción.

Acto seguido, colocó el micrófono sobre el trípode, comenzando a tocar con suavidad las cuerdas de la guitarra.

//N.A: Aquí empieza México a cantar, por ende, les recomiendo poner la canción.//


Cuando te hablen de amor
Y de ilusiones,
Y te ofrezcan un sol
Y un cielo entero...
Si te acuerdas de mí,
No me menciones.
Porque vas a sentir
Amor del bueno.

Y si quieren saber
De tu pasado
Es preciso decir una mentira.
Di que vienes de allá
De un mundo raro,
Que no sabes llorar,
Que no entiendes de amor
Y que nunca has amado.

Porque yo a donde voy,
Hablaré de tu amor
Como un sueño dorado.
Y olvidando el rencor
No diré que tu adiós
Me volvió… desgraciado.

Y si quieren saber
De mi pasado,
Es preciso decir otra mentira.
Les diré que llegué
De un mundo raro,
Que no sé del dolor,
Que triunfé en el amor
Y que nunca he llorado.

Yo... nunca he llorado.

Los pocos presentes aplaudieron con ánimos a aquella curiosa mujer, que ahora se encontraba con la vista en el techo, sonriendo dolida y enamorada.

—Espero volverte a ver algún día otra vez, mi Perséfone de ojos azulados. —murmuró.

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