Matías.

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Abril no se había detenido a mirar el tiempo, había pasado dos meses que no veía a Matías, un mes de la muerte de su abuela, todo era una mierda para Abril, se sentía aún más apartada del mundo, y aún no sabía porque. ¿O sí?

No visitaba la cafetería desde hace tres jueves, a lo mejor esa era la razón por la cual no había visto a Matías, pero él ni se aparecía en las fiestas.

El día de su graduación no se apareció por allí y mucho menos en la fiesta luego de esta.

¿Había hecho algo malo? No lo creo.

Miró a la ventana y estaba lloviendo, estaban en pleno otoño-invierno, hacía más frío que nunca, ese día solo quería tumbarse en su cama y dormir. Decidió tomarse un año sabático, no tenía ganas de empezar la universidad aún, porque aún no sabía si quería seguir con esto.

Nuevo mensaje de Matías: ¿Estás bien? umm, se que no es el mejor momento... Pero, necesito verte, desde hace tiempo que no te veo... debemos hablar, puedes?

Su corazón se aceleró, ¿Luego de tanto tiempo él le envía este mensaje así como si nada?

Abril miró una vez más por la ventana y no lo pensó dos veces y tomó sus jeans y sus abrigos, salió disparada de casa sin importarle el clima.

Si no iba se arrepentiria, pero si iba igual, así que mando a la mierda todo. Al llegar a la cafetería observó a Matías al final del local, tomó aire y se acercó a él, tomó asiento y él la miró.

—Fuiste rápida.—Dijo.

—Estaba cerca y tengo prisa.—Contestó y el mesero se acercó y ella pidió un café negro cargado.

—Podemos hablar otro día, si quieres.—Matías la miró y tomó un poco de café.

—No, habla ahora.

—Bueno... primero lamento no haber ido a tú acto de grado y ni al baile... Supongo que Amy tenía razón.—Amy era su novia, tenían tres años saliendo pero todo había acabado.—Amy terminó conmigo hace dos meses.

—¿Lo siento? A decir verdad esa información me es obsoleta.—Contestó y él mesero sirvió su café.

—¿Uhm?... Bueno, eres mi única amiga, eres a la única a la que se lo podría contar.—El lucía enojado, la actitud de Abril lo cansaba, era tan seca y sarcástica que muy pocas veces la toleraba.

—Es...¡Tú ni siquiera fuiste al velorio de mi abuela!—Contestó y le dio un golpe fuerte a la mesa, por suerte no habían más de diez personas en el lugar.

—Abril... Lo siento, ¿Si? para mí aún es duro, ¡Ni siquiera fui al velorio de mis padres hace un año!—Abril se quedo estática sin aliento, ella no le podría exigir que fuera al de su abuela cuando el ni siquiera había asistido al de sus padres.—Abril, lo siento... Lo siento.

Abril aclaró la garganta y tomó un poco de su café que se estaba poniendo frío, como su corazón.

—No..., ¿Cómo fuiste capaz?—Ella lo miró y sus ojos estaban llenos de lágrimas.

—No lo se... Ehm, no es fácil ir al velorio de tus padres, es decir... ¡Ambos están muertos! ¡Te haz quedo solo, joder! No quería ver como se iban, ellos me dejaron completamente solo en este mundo de mierda, Abril... No estaba preparado para que ellos murieran.—Matías era confuso, le gustaba a Abril. Era una persona feliz, que sabía ocultar su tristeza muy bien mediante sonrisas engañosas.

—Lo siento.

—No, yo soy el que se debe disculpar.—Ella tomó su mano por sobre la mesa y Abril lo contempló, Matías era preciso, sus ojos... sus labios, su cabello negro, todo de él, le gustaba, en la manera en que la hacía reír, nadie lograba que abril riera a carcajadas.

Le gustaba, le gustaba Matías Smith.

«Jueves»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora