¿Alguna vez os ha pasado? Ya sabeis, el querer gritar, gritar sin descanso hasta desgarrarse la garganta y asfixiarse por la falta de oxígeno. Llorar. Sí, llorar, también los hombres lo hacen, aunque no quieran admitirlo. Soltar todos los pensamientos en forma de un río de desesperación que desemboque en las mejillas, sentir como todo lo malo sale de mi cuerpo. Dormir. Soñar. Tumbarse, cerrar los ojos y no levantarse hasta que llegue el momento. Desaparecer, que las pocas personas a las que les importas no sepan dónde estás. O cualquier otro método para curar las garras del destino, que atacan cuando le da la gana y no sanan solas.
Yo tengo muchas heridas. Pero carezco de remedios.