𝐜𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 8

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Peter siempre esperó que la persona a la cual le fuese a entregar su corazón, supiera valorarlo y pudiera corresponderlo de la misma forma.

Tony era por mucho, mucho, más de lo que esperó.

Era todo Tony, quien cuando recién comenzaban a conocerse, se desvelaba algunas noches viendo vídeos y leyendo libros sobre lenguaje de señas para sorprender al menor al día siguiente.

Era la forma en que Tony bailaba esas extrañas canciones latinas en las mañanas mientras preparaba café, tomando a Peter de las manos y obligándolo a seguir sus movimientos entre risas y torpes vueltas; terminando siempre abrazados como si la música fuera una lenta balada. Con el aroma del café envolviéndolos y la sensación de añoranza por volver a repetirlo la mañana siguiente.

La manera en que siempre le besaba la frente una última vez antes de separarse en la universidad, incluso antes de que fuesen pareja. Alargando el tiempo y despidiéndose siempre con la promesa de que se verían luego. Retrocediendo en sus pasos y no volteando hasta que fuese necesario. Regalándole el brillo de sus ojos a Peter quien ni siquiera podía ver si había alguien más que ellos dos en ese momento.

La forma en que el mayor soltaba un sinfín de ridículos chistes sin sentido que terminaban por sonsacarle una risa a Peter y que de alguna forma, siempre desencadenaba en bromas de índole sexual y pequeñas caricias robadas. Corazones acelerados y respiraciones agitadas.

La alegría con que acompañaba a Peter de compras y le preguntaba si le gustaba más la fragancia de chocolate o miel, aun cuando seguramente a Tony le daba igual a que olería el aromatizante para los pequeños cactus bebés que el mayor tenía en el balcón.

Él no solo tenía un novio, tenía un amigo y un compañero. Alguien con quien poder acurrucarse o simplemente sentarse frente a la tv para jugar videojuegos. Uno que algunas veces llegó con sus nudillos maquillados torpemente para ocultar lo que el castaño sabía, había sido una pelea con alguno de los imbéciles que se divertían acosándolo.

Quizás es porque sabía el valor del hombre del que estaba enamorado que no le sorprendía verlo ahí, frente a un sollozante chico con la intención de consolarlo sin mucho éxito, pero no rindiéndose a pesar de que Philips lo ignoraba por completo.

"Ya Phil, sabes que nada de esto es tu culpa" Le sobaba la espalda mientras el chico recargaba su cabeza en el hombro de Tony y limpiaba su nariz con una servilleta. "Nadie va a juzgarte. Tú no has hecho nada mal ¿de acuerdo?"

Peter los observaba, sentado frente a ellos. Limpiando sus propias lágrimas y poniendo en orden sus pensamientos y emociones. Jamás había presenciado un caso de abuso, aun cuando había leído incontables novelas que incluían violencia de pareja en la temática principal.

Todo había pasado tan rápido que no tuvo tiempo de asimilarlo en el momento. Su cuerpo corriendo hasta el abusador, intentando que soltase al pobre chico y luego Tony lanzándolo al suelo de golpe.

El personal de restaurante saliendo al escuchar los gritos del canadiense y el infeliz pedazo de basura humana amenazándolos frente a todos. El gerente del restaurante llamando a la policía y provocando que el abusador se fuera entre maldiciones y amenazas.

Y luego ellos dos con un sollozante Phillips, caminando hasta una cafetería cercana y acogedora para poder reconfortar al chico.

Si Peter dijera que el canadiense no era guapo, sería la mentira más vil de la humanidad. Era por mucho superior a cualquier otro chico que hubiese visto, demasiado hermoso y a su vez, endeble.

El chico se sacó los lentes y limpió por centésima vez las lágrimas de sus ojos con el borde de la manga del suéter. Lentamente comenzaba a calmarse, asintiendo a las palabras que Tony murmuraba con la esperanza de tranquilizarlo.

❁softness boy; starker❁Donde viven las historias. Descúbrelo ahora