Capítulo 1: 1 de Octubre

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20 días antes.

Me levanto de golpe empapada en sudor. Las primeras luces de la mañana se filtran por la cortina grisácea que da el toque de color a las paredes blancas de mi cuarto. Echo un vistazo al reloj de mi mesita descubriendo el por qué aún no ha sonado mi alarma.

Apenas son las 6:42 de la mañana.

Me dejo caer rebotando en el colchón heredado del cuarto que alquile hace ya 3 años.

Debería empezar a pensar en cambiar este saco de muelles. Me desperezo descontracturando mis entumecidas cervicales. Tengo la cabeza echa un desastre. Suspiro perdiendo la mirada en el rasgado techo.

Hacia mucho que no dejaba a Eva tomar riendas de mis aventuras nocturnas y aquello, me pasaba factura.

Hace unas semanas que decidí dejarla salir. Ella también merecía tener sus momentos, así que después de múltiple dolores de cabeza y cuelgue repentino por Oscar, decidí dejarle las noches a modo de terapia para que dejara de obsesionarse con él.

Hacía ya un tiempo que bailaba en sus fantasías cuando mi subconsciente dormía; pero ésta vez, había rozado los límites.

La fase de ensueño se da en los 5 minutos antes de la fase rem. Por lo tanto, eso significaba que Eva había intentado despertar sin mi y eso, podía significar el fin de mi muerte autonómica.

Suspiro quitandome las legañas de la cara.

Nuestra coexistencia nos salvaba la una de la otra; ella es mi parte sensible y yo mi universo destructivo... En la mayoría de conflictos siempre acabamos mediando para llegar a un acuerdo, pero a veces, se torna imposible razonar con ella y más, cuando se trata de Oscar.

Hago memoria volviendo al extraño sueño.

Todo sucedía en un teatro antiguo transformado en un cine. Jude y quien parecía ser una figura paterna (no podría distinguir si la de ella o mía) esperaban a Eva mientras ella hablaba por teléfono. Oscar me mandaba mensajes de texto, y a la vez Izan, Jude y Diego, me mandaban audios de voz.

En los de Oscar, los protagonizaba la pena, pena por mi, pena por Eva, pena por no poder corresponderla. Y a su vez sequedad y distancia. El mismo trato cordial al que se le da a un desconocido cuando te pide fuego.

Paralelamente, Izan intentaba asegurarse de animarla, incordiándome de la única forma que él sabe hacer.

Contengo la ira.

Una cosa es que un externo nos haga sentir inseguras, pero otra que no iba a permitir es que nos torturáramos a nosotras mismas.

Tengo que poner punto y final a esto.

Me levanto de la cama para enfrentarme a ella frente al espejo.

- Eva. Sé que me estás oyendo, esto no puede ser. -No responde.

Suspiro frustrada. Cada vez es más complicado comunicarme con ella. Al parecer estaba empezando a levantar una barrera para distanciarnos y eso no hace más que quitarm potestad a mí.

- Mira, sabes que detesto qué me hagas esto. Pero al fin y al cabo me sirve para corroborar que estamos haciendo el gilipollas. Esta vez sí se acabo Eva, la pena no voy a permitir que la sienta nadie ni por mi, ni por ti. Nadie Eva, y menos que la sintamos por nosotras mismas. - Espero unos segundos y doy la vuelta.

- Está bien. - su susurro retumba en mi mente.

Estoy agotada, así que decido ignorar ese desdén psicótico en su tono.
No forma parte de su personalidad ser racional, en otro momento Eva hubiera intentado desahogarse para liberarse e intentar persuadirme, pero decido no darle importancia. De verdad no quiero discutir con ella hoy.

HOMIE [ + 18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora