Just look me |capitulo 42|

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{Aviso; capitulo subido de tono, puede contener ligero lenguaje explícito}

―¿Encerio? ―pregunte mordiendo mi labio inferior tratando de ocultar mi gran sonrisa.

―Sí ―rió ligeramente. Mordió su labio superior mientras me miraba directamente.

Se acerco lentamente a mí.

―Yo podría ser tu cielo si tú aceptaras ser mi estrella ―susurró lentamente en mi oído derecho.

Sus palabras eran caricias para mí, las cuales me tenían fascinada.

Las palabras se atoraron momentáneamente en mi garganta impidiéndome expresar lo que quería que él escuchara.

Acomodó delicadamente un mechón de mi cabello que anteriormente obstruía mi vista, dejándome verlo bien.

Miré sus ojos azules brillaban intensamente perdiéndome en éstos, el azul de sus pupilas se oscureció ligeramente.

Juntamos nuestras frentes y sin hacer movimiento alguno nos miramos, sin decir ni una sola palabra, pero a la vez diciéndolo todo.

Ninguno dijo nada, simplemente acercamos nuestros rostros  lentamente más a el de el otro.

Miró mis labios y relamió los suyos rápidamente.

Se acerco más a mí, de forma en la cual nuestras respiraciones chocaron.

―Soy tu estrella ―declaré sonriendo ampliamente.

―Solo mía ―murmuró rozando sus labios con los míos.

Sus labios chocaron con los míos, robandome el aliento, adueñandose de los míos lentamente, tiernamente.

Mi corazón latía rápidamente, como si quisiera salirse de mi pecho y escapar. Pero a la vez sabía que si éste tuviera la oportunidad de hcerlo, no lo haría, porque ya tiene dueño y nunca huirá de algo que lo hace sentir tan bien, tan vivo.  

Nunca huyes de algo que te hace sentir así. Más bien, alguien. Alguien con quien pasarías tu vida entera con él hasta el final mientras que sientes que el tiempo se va volando y, te des cuenta o no, tú también estarás volando.

Saqué la parte de mis piernas (de mis tobillos para abajo) de la salada agua de el mar y me senté de lado.

Continuamos besándonos con cariño y delicadeza, aunque sin poder evitarlo el beso se transformó en instantes. Era hambriento, desesperado, pero a la vez cariñoso.

Cada toque demostraba cuanto nos amabamos, cuanto deseábamos ésto. Cuantas veces habíamos iniciado ésto, pero nunca acabado por nuestra abstinencia y nuestra pequeña regla; "no tener relaciones íntimas hasta estar casados y poder mantenernos económicamente".

Aún con los ojos cerrados extendí mi brazo izquierdo hacía arriba  y comencé a buscar en el barandal de madera toalla  únicamente contando con mi sentido de el tacto para encontrar ésta.

Cuando la encontré, tiré de ésta haciendo que cayera en mis piernas. La tomé y comencé a secar la húmeda piel de mis piernas, hasta dejarlas totalmente secas.

Rodeé con mis brazos su cuello, mientras él acercaba su cuerpo más a el mío.

Me sentó en sus piernas y sus manos abrazaron mi cintura cariñosamente, aún sin dejar lo nuestro.

Rodeé su cintura con mis piernas y lo atraje un poco más hacía a mí, sintiendo como su piel comenzaba a subir de temperatura, de la misma manera que lo mía lo hacía.

Sus labios se separaron a regañadientes de los míos lentamente, dejándome con ganas de continuar nuestra anterior actividad.

Besó mis labios cortamente y se acercó a mi oído aún con la respiración ligeramente agitada.

Su cálido aliento chocaba con mi piel que prácticamente podría decir que literalmente está ardiendo.

―Quiero enseñarte algo ―murmuró ladeando su cabeza ligeramente.

Se levantó, seguido de ésto me tomó de la mano y me ayudó a levantarme.

Sonrió y posicionó su antebrazo en mis chamorros.

Me sobresalté momentáneamente, pero luego reaccioné de buena manera.

Sonreí ampliamente y pasé mis brazos alrededor de su cuello cuidadosamente, mientras él elevaba mi cuerpo en el aire, de forma en la cual me cargaba como una pareja de recién casados en una película romántica, lo cuál no me molesta en absoluto.

―Creo que ya está lista tu sorpresa ―murmuró en mi oído derecho y mordió ligeramente el lóbulo de ésta.

Sonreí, mientras mis mejillas se tornaban de color carmesí intenso.

Abrió la puerta de la cabaña dejándome ver el interior de ésta tenuemente iluminadas por gran cantidad de pequeñas velas aromáticas de colores rojas y blancas, que invadían toda la habitación. Había pétalos de rosas formando un camino hacía la cama en donde habían algunos más.

Sonreí ampliamente mientras él me llevaba en brazos a la cama.

Se sentó en la cama y me sentó en sus piernas.

Comenzó a acariciar mi cintura por encima de mi vestido estraple negro con flores rosas, el cual me llegaba  un poco más arriba de las rodillas.

Me miró directamente y literalmente me perdí en su azul mirada. Sus pupilas estaban más dilatadas de las que alguna vez las ví, el color de sus ojos se había oscurecido más de lo que ya había sucedido hace rato.

Sus dedos bailaban por la piel desnuda de mis piernas, mientras que él me seguía mirando directamente, mientras yo me derretía bajo su intensa y oscura mirada.

Sus microscópicos movimientos parecían cada vez más y más eternos para mí, sus caricias eran más suaves y delicadas que el contacto de el más suave pétalo de alguna que jamás haya existido.

―¿Te he dicho cuanto me encantas? ―susurró mirándome directamente.

Sus mirada oscura brillaba peculiarmente, un brillo que nunca había visto en ellos.

Comenzó a besar lentamente mis mejillas, seguido por las comisuras de mis labios, creando un camino de besos que siguió por mis labios y luego por mi cuello.

Su acelerada respiración chocaba con mi piel, su cabello hacía cosquillas, sus besos me hipnotizaron, haciendo que hiciera mi cuello hacía arriba, creando un hueco en donde mi cuerpo pedía a gritos más de sus embriagadoras y tiernas caricias.

El corazón me latía a mil, poniéndome más nerviosa.

Un cosquilleo invadió mi cuerpo, sentimientos nuevos para mí hasta ahora se presentaron y reacciones que nunca creí que mi cuerpo haría, lo realizaron.

Besó mis labios lentamente,  pero el beso se transformó nuevamente.

―Te amo ―murmuré con la respiración agitada.

―Te amo. ―sonrió. ―¿Estas segura?

―Sí.

E hicimos el amor.

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