Yo no era para nada atractiva ante tus ojos, y eso lo sabía muy bien. Solía lamentar no ser como aquella estrella en el cielo, a la que solías detenerte a admirar; que "dentro de un lienzo tan oscuro, y entre muchas otras como ella, contaba con un destello único", de acuerdo a vos. Claro que este apenas sí era apreciable para tu vista, y sin embargo, seguía siendo completamente digno de tu asombro.
En mí era imposible que halles la particularidad propia de las cosas que lograban hipnotizarte.
Fue cuestión de tiempo para mí ser capaz de asimilar la simplicidad del hecho de que yo no era poseedora de un aspecto lúgubre y sombrío, ni de una esencia mortíferamente cautivante. En fin: tan solo no estaba hecha para vos.
Y sí que me tomó tiempo entenderlo.