Príncipe de las llamas.

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Erase una vez, en el lugar más lejano jamás imaginado, un lugar fuera de todos los mapas que la humanidad ha podido crear, un lugar lleno de magia, magia que se desbordaba por cada esquina de todo el horizonte.

Este era el hábitat de los Vantroters, una raza fuerte de hadas hermosas y de piel tersa; vivían en paz y armonía liderados por la familia real; los Naturum habían gobernado el reino de las hadas desde siempre, de generación a generación la corona era tomada por el primer hijo o hija del Rey o Reina vigente.

Esta vez, la sucesión iba a ser muy obvia, puesto que el Rey solo tenía un hijo, el príncipe de las llamas, así le conocían todos, porque cuando nació el cielo se tornó de un bello rojo, los árboles se tornaron con hojas marrones, los tres volcanes de las montañas congeladas, eructaron.

La diosa del sol descendió al mar para dar su bendición a los Reyes y profetizarles que su hijo iba a ser la luz que iluminaría las vidas de todas las hadas.

Un día cualquiera, el pequeño príncipe con ojos tiernos y sonrisa pícara jugaba al lado de la chimenea; sus ojos se encendían con solo ver el fuego, la madera que ardía hacía que sus pelos se erizaran y se emocionara. Él amaba las chispas, él era como un volcán, eructaba lava ardiente todo el tiempo, sin importar si estaba feliz, triste o enojado, siempre era lo mismo. Mientras jugaba, desprendía llamas intensas que empezaban a quemar todo, en cuestión de minutos, la mitad del castillo estaba lleno de escombros, de cenizas y uno que otro herido por el fuego.

Sus padres —los reyes—, como medida de protección del reino, tuvieron que enviarlo a los sin fines del páramo, al abismo del mundo, a las catacumbas de la magia, un punto muerto lleno de oscuridad.

Para él todo era confuso, era como estar muerto, pero aún respirando, aún sintiendo, aún recordando; el estado de confusión había logrado lo que nada jamás había podido hacer, apagarlo, detener su luz, su fuego. Ahora era como el magma, hecho de fuego, pero muy débil como para brillar.

Cada día allí lo transformaba, lo hacía descender cada vez más, se acercaba más y más a la locura, la compañía de sí mismo ya era una molestia; sus pensamientos revoloteaban como mariposas sin rumbo, como abejas sin panal.

Después de años en aquel vacío inconmensurable tan parecido a la muerte, se percató de que no estaba solo, no, el príncipe no era el único en aquel lugar; el hecho de haber estado sumergido en sí mismo le impidió darse cuenta de que a ese lugar eran enviadas todas las hadas más poderosas del reino, hadas con tanto poder que se les era imposible controlar.

Entonces, llegó a él lo que siempre su madre le contaba todas las noches, lo que su padre siempre le decía cada vez que regresaba al castillo de algún viaje.

—Iluminarás las vidas de todas las hadas —se decía para sí.

El príncipe se irguió, juntó sus manos, y cerró los ojos, empezó a moverse por todo el lugar, corría, se movía con mucha rapidez, tropezaba con algún obstáculo lo que le hacía caer, pero volvía a levantarse, con más ansias de ser fuerte, de arder.

Su temperatura empezó a elevarse como nunca, así lo sentía, pues había pasado mucho tiempo desde la última vez que sintió el fuego moverse por sus venas.

Abrió sus ojos y dejó salir todo aquello, todos esos años acumularon dentro de él un fuego tan intenso que podía esparcirse por todo ese lugar maldito, podía crear lagos de lava, podía fundir las rocas para crear castillos, y lo había hecho, había creado en ese lugar oscuro un lugar lleno de luz.

Las hadas que ahora podían ser vislumbradas, gritaban con algarabía, se abalanzaban unas con otras; estaban viendo luz por primera vez en años, lloraban y usaban su magia para expresar su felicidad.

El príncipe de las llamas, quien había transformado aquel horrible lugar en un hogar, se ubicó en lo más alto de uno de los castillos, las hadas lo perseguían como mariposas a las flores, como las abejas al polen.

Había creado un lugar en la muerte, dentro de un agujero frío e infinito, ¡sí! Ahora todo era infinito y tierno, o como él mismo lo llamó:

—El infierno.

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⏰ Última actualización: Dec 02, 2019 ⏰

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