52. Perdóname

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¿Por qué suenas tan sorprendido? ¿Porque eras demasiado ciego para darte cuenta de que valía la pena amarlo?
(Ella Frank)




«Si pudiera, te conservaría...», era una voz que Ángel no reconocía, «Realmente me gustaste, cuando te vi en la prensa internacional. Multimillonario, guapo y soltero, codiciado por muchas y muchos...»

Ese zumbido horrible que no se detenía y la presión en su pecho y sus sienes aumentó. Mío, mío, quería gritar. Gritar a esta mujer cuya voz escuchaba como si se estuviera dirigiendo a él.

«...me la diste libremente: tu alma. Pero ella no parece entenderlo y me gusta, Wolf, mucho más que tú, que este bonito cuerpo tuyo. Quiero el control total de tu alma que, puedo asegurarte porque sé de lo que hablo, me servirá durante mucho mucho tiempo. Quizá hasta siglos.»

Nunca. Quizá esta mujer –quien quiera que fuera– no lo entendía, pero nunca tendría el control del alma de Wolf. Así como nadie nunca más, ni el Creador siquiera, tendría el poder total sobre él. Porque eran uno solo, estaban unidos ahora. Se pertenecían, aunque Wolf no lo supiera y Ángel hubiera tardado en entenderlo y aceptarlo.

«Si pudiera encontrar una forma, te aseguro que te regresaré a la vida. Mientras tanto, disfruta del otro mundo.»

Y la sola idea de un mundo, una vida, sin Wolf dolió más que aquel pinchazo y el grito que podía escuchar y sentir claramente. Ángel mismo gritó y cuando la voz nítida y suave, baja, de Wolf llegó hasta él –“No quiero volver a la vida. Yo sólo quería ésta...al lado de mi Ángel”– no pudo evitar que sus alas se extendieran todavía más.

Su Angel. Suyo, como Wolf era ya de él.

Y no iba a dejar que se lo quitaran, que les arrebataran esto. No antes de realmente tenerlo.

Podía sentir el mundo vibrar a su alrededor, creyó escuchar a su hermano Abdiel gritarle que esperara y sentir el desacuerdo del Creador, pero nada de eso lo detuvo. Ni siquiera necesitaba ver hacia dónde iba, mantuvo los ojos cerrados para ver a Wolf en su mente y dejó que su corazón y su alma lo guiaran hasta él.

El cristal de la ventana se hizo añicos y las paredes se estremecían cada vez más. El resplandor de sus alas luchó contra la oscuridad que reinaba en esta habitación que fuera su prisión los primeros días cuando fue hecho cautivo y que después se convirtió en su hogar, su verdadero hogar, ¿y cómo es que no lo vio antes?, era aquí donde él pertenecía, con su Ancla real. Con Wolf.

El Cielo tronó su desacuerdo cuando él tomó a su hermoso humano en sus brazos o quizá fue el gruñido de la mujer al perder su presa. Sea lo que fuera, ya importaba. En menos de un segundo Ángel tenía a Wolf con él y no le importó si sus alas herían a alguien y violaba alguna –otra– ley divina. Lo importante es que Wolf seguía vivo; sí, su cuerpo estaba frío y su latido era débil, pero aún se sentía.

Ángel voló sin detenerse, sintiendo la fría lluvia clavándose como agujas en su piel. El mundo se había oscurecido todavía más. Wolf temblaba en sus brazos, acurrucado en su pecho, balbuceaba cosas que él no podía entender aunque creyó escuchar su nombre un par de veces.

No supo qué lo guió hasta ese lugar en específico, pero llegó a una cueva que zumbaba todavía con el poder de los Antiguos Guardianes. Aquí habían estado, hace milenios, ancestros suyos. Poderosos ángeles guardianes, los primeros en caer ante los encantos mundanos.

Quizá por eso llegó aquí, ellos lo habrían entendido. Tal vez, si siguieran aquí, hasta lo aconsejarían y ayudarían.

Ángel se arrodilló y depositó el frágil y delgado cuerpo de Wolf –ignorando esa misma delgadez en sí mismo, el daño provocado por estar separados– sobre la tierra seca y cálida. Aquellos ojos oscuros se entreabrieron, pero no parecía tener la fuerza para mantenerlos así. Sonrió un poco cuando sus miradas se encontraron; extendió su mano, aunque ésta cayó casi al instante. Pero Ángel fue rápido y la atrapó entre las suyas, entrelazando sus dedos juntos y después se inclinó para juntar sus frentes y escuchar lo que Wolf estaba diciendo: —Valió morir, para volver a verte.

Los ángeles no lloraban, no debían llorar sin una buena razón. Y él lo hizo en ese momento. Por Wolf, su Ancla. Por lo roto de sus corazones, por el alma perdida de su humano.

“Perdóname, perdónane” rogó Ángel, juntando sus labios resecos con los de Wolf. Se sentían mal los dos, heridos, rotos, sucios; pero seguía siendo correcto ellos dos juntos.

Abrazó el cuerpo de Wolf y los meció juntos. Casi quería pedirle al Creador que lo salvara, “Si lo salvas, volveré con ustedes a donde pertenezco”. Pero no podía hacerlo. Ya no podía prometer eso, porque se sentía incapaz de hacerlo. Nunca dejaría a Wolf mientras éste viviera y daría su propia vida, arriesgaría su seguridad para salvar la suya. Una y mil veces. Aunque violara todas las leyes habidas y por haber.

—Despierta —sus labios acariciaron la frente, la sien, el cabello de Wolf—. Despierta, por favor. Habla conmigo. Regresa. Enójate, escúchame y perdóname; pero vuelve. Vuelve, por favor, Darren Wolf. Mi Alma, mi Ancla. Mío. Mi Hogar en la Tierra y en el Universo. Sólo tú, sólo a ti pertenezco. Vuelve conmigo y sé mío, déjame ser tuyo. Tenías razón, siempre la tuviste. Ahora ven y dímelo tú. Sé arrogante como siempre y dímelo. No me dejes solo. Yo tampoco quiero la vida sin ti. Me cansé de intentar ser fuerte y estar lejos. Fui demasiado tonto al ceder. Ya no más. Vuelve, Wolf; vuelve y seamos felices. Déjame explicarte todo.

¿Qué iba a hacer si no llegó a tiempo, si era demasiado tarde para salvarlo, si moría en sus brazos?

¿Daría su deseo, ese que tan celosamente guardaba y que Wolf pidió desde el inicio, para salvarle la vida ahora?











* * *

Ángel y Wolf 😭💔

Ángel cautivo (Gay/ +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora