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Wonpil salió abrumado de la habitación, el dolor que sentía en el pecho era insoportable, las lágrimas no cesaban, se sentía más miserable que un gatito bebé perdido en la calle

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Wonpil salió abrumado de la habitación, el dolor que sentía en el pecho era insoportable, las lágrimas no cesaban, se sentía más miserable que un gatito bebé perdido en la calle. Se abrazó a si mismo mientras caía al piso, las palabras dolían como balas y sabía que no sanaría en cuestión de segundos.

Jae por su parte se encargó de tapar su rostro completamente con la sabana, intentando cerrar los ojos, pero sin éxito al querer quedarse dormido. El sueño desapareció hace meses, lo seguía buscando y aunque pusiera una recompensa no lograría que volviera. Sus uñas débiles al hacer el mínimo contacto al suave colchón se quebraban, su cabello se desplomaba en la almohada y las horas continuaban. Jae no comprendía las palabras que acababa de lanzar a Wonpil, tiro al gatillo sin saber cuánto lastimo a su pobre amado.

Los días continuaron un tanto lentos, con la misma rutina y para sorpresa de Jae con la venida constante del castaño. Wonpil a pesar de todo se encargaba de hacer compañía, a pesar de no tirar alguna palabra y escuchar reiteradas veces al rubio decirle que se marchara, el permanecía allí, herido, a pesar de todo.

Sin embargos, de los malos tratos tampoco se salvaban sus amigos, no quería ver a ninguno. No deseaba que lo vieran en ese estado. Jae genero un desprecio a su ser y a los que los rodeaban, el malhumor enveneno su ser, paulatinamente se convirtió en un endemoniado ser. Las comidas a diarias eran tiradas al suelo, deseaba arrancar los sueros que lo alimentaba, gritaba y pataleaba como un niño caprichoso. Los lloriqueos y chillidos se podían oír en varias habitaciones, inclusive en el patio del centro de rehabilitación. Los días eran un infierno, y cuando el demonio explotaba a un límite incomprensible rápidamente era sedado.

Jae sufría, su garganta ardía y no podía comprender el estado en el cual estaba. La furia se volvió su fiel aliada, no había Sol en el cielo o pajaritos que lo alegrara. Consecuentemente pasaron dos semanas, Jae logro calmarse y sus dramas por fin cesaron. No obstante, seguía furioso. Seguía sin querer ver a alguien, y Wonpil seguía viniendo a verlo.

- ¿Por qué eres terco? –consultó Jae con los brazos cruzados, mirando a algún punto de la blanca habitación-. Repetí tantas veces que te fueras.

Wonpil se sorprendió, después de mucho volvía a escuchar su voz de manera calmada, al igual que volvía a tomarle la palabra. Aparto su libro al costado de sus muslos y miro a Jae. La pena invadió a su cuerpo, las lágrimas amenazaban en salir al verlo en ese estado. Respiro profundo, tratando de pensar que hace semanas se encontraban bien, abrazados y acurrucados en su cama. Wonpil se relamió los labios a causa de sus agrietados labios.

-Lo aprendí de ti, tu eres mucho más terco Jae.

Soltó un "Ja" Sarcástico mirándolo con brevedad, al instante a parto la mirada.

-No soy terco.

Wonpil evitó soltar una risa, se limitó a sonreír con los labios apretados.

-Ríete, siempre eres tan risueño sin importar las circunstancias. Tu positivismo me harta al igual que tu rara forma de ser. Eres demasiado amables ¿Sabes? Te pisan al ser así, deberías de ser más orgulloso.

Skinny boy / jaepil ♡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora