Serendipia De Los Reinos

3. Maddie

Maddie estaba escondida en un armario, abrazando sus piernas con fuerza mientras temblaba de miedo. La voz de un hombre furioso retumbaba en una habitación cercana.

•¿¡Dónde estás, niña estúpida!?

Su padre la estaba buscando. Maddie no sabía por qué la quería golpear. Ella no había hecho nada malo, no había dicho nada malo. De hecho, no decía una palabra desde hace más de un año.

Desde que su madre y hermanos murieron, dejó de hablar. Su padre intentaba conversar con ella, pero Maddie lo único que hacía era asentir, con una mirada vacía. Ella suponía que por eso la quería golpear. Suponía que estaba desesperado. Pero dejar de hablar no era excusa para ser violento con su hija.

Mientras escuchaba que la voz de su padre se alejaba, Maddie abrió ligeramente una puerta del armario, y notó que la ventana de esa habitación estaba abierta a una tarde que se estaba apagando poco a poco. Se quedó unos segundos pensando, pero se decidió a escapar finalmente de su padre.

Abrió el armario y salió, corriendo hacia la ventana y saltó hacia la ventana, escapando a la reciente oscuridad de la noche. Comenzó a correr con todas sus fuerzas, con sus sandalias y su vestido azul ondeando en el aire, mientras se aproximaba a un oscuro bosque, ya que era probable que su padre comenzara a buscarla recién se diera cuenta de que Maddie no estaba en casa.

Siguió corriendo por algunos minutos hasta que paró a tomar aire, ya que le estaba faltando el aliento. Reparó en donde se encontraba, era casi como si tuviera los ojos cerrados. Solo veía siluetas enormes de arboles totalmente negros, entre arbustos azules muy oscuros. Comenzó a entrar en pánico. ¿Dónde estaba? ¿Cuánto había corrido? Quería volver a casa, pero su padre la mataría por escapar. Se aceleró su respiración y se comenzó a marear, le entraron náuseas. Como una recurrente costumbre, se agachó, abrazando sus piernas, ocultando su cabeza en sus rodillas y comenzó a llorar en silencio.

Se quedó así varios minutos hasta que sus ideas se comenzaron a ordenar. Necesitaba encontrar un lugar para quedarse un tiempo, necesitaba encontrar comida, le rugía el estómago del hambre.

Caminó por el bosque, con la esperanza de encontrar a alguien bondadoso que se compadezca de una chica de diecisiete años.

Mientras caminaba, comenzó a pensar en su madre y su hermano. Ambos fueros asesinados por Vielos, sus propios compatriotas, sin razón alguna. Ellos fueron a un pequeño viaje a un pueblo cercano a comprar alimentos para la familia. Se suponía que sería un viaje corto, pero no volvieron en algunas semanas, hasta que el tío de Maddie fue a su casa, y les dijo a ella y a su padre que la madre de la chica y su hermano fueron violentamente asesinados por Vielos.

Luego de una hora caminando y pensando en su pasado, escuchó el murmullo de un arbusto cercano. Maddie se asustó, pensando que era un animal salvaje, pero luego pensó que podrían ser personas que podrían ayudarla.

Corrió velozmente hacia el sonido, con la esperanza de encontrar a alguien. Sé equivocó.

Un enorme oso negro se enderezó y la miró. El animal comenzó a babear y a mostrar sus grandes y afilados dientes, haciendo entender a Maddie que la iba a devorar. La chica se quedó atónita y paralizada por el miedo. Lo único que pudo hacer fue gritar con todas sus fuerzas, sin articular ninguna palabra de socorro, porque literalmente perdió la capacidad de hablar. Sólo gritó y gritó mientras el oso se disponía a abalanzarse sobre ella y despedazarla.

Justo antes de que el gigantesco animal mordiera el cuerpo de Maddie, se quedó quieto y cayó hacia un costado, se podía ver la silueta de una flecha clavada hasta la mitad en su cráneo. La chica miró a la dirección de donde salió el proyectil y vio a un chico alto, junto a una chica un poco más pequeña que Maddie.

•¡Hey!• Dijo aquel chico de cabello negro.• ¡Tú no eres el Alce de la Luna!