Ya es tarde y el tráfico sigue a reventar, pierdo más tiempo y vida en el trayecto a mi trabajo y de mi trabajo a casa que mi mismo horario laboral.
Me gusta sentarme del lado de la ventana y observar a la gente, en las mañanas todos con la vida apresurada, persiguiendo lo que nos da para sobrevivir.
En las tardes todos con la mirada perdida como si nos hubieran vaseado toda el alma en nuestros pequeños cubículos.
Llegó a casa, la casa vacía, Bruno se murió la semana pasada, era el mejor amigo que tenía, era el único que se alegraba al verme hasta que mi vecino lo envenenó.
Hay tanto eco que puedo platicar conmigo mismo. Pero no me suelo llevar bien conmigo todos los días. Hay veces que mejor pongo música para no escucharme. Suelo ser muy quejunbroso.
Mañana es viernes, algo tiene que cambiar, es una promesa.
Me levanto antes de que suene la alarma, me baño y me preparo unos ricos huevos. Me pongo una sonrisa que no he usado en meses y salgo a la calle. Hoy va a ser un gran día.
Me subo al transporte, detrás de mi se suben dos tipos que no me responden la sonrisa. Esto es un asalto, escucho.
No importa, solo traía 50 pesos y mi cartera rota. Hoy va a ser un gran día.
Llego al trabajo tarde, pero con mi misma sonrisa.
El jefe nos cita a una reunión de emergencia...
La empresa quebró, este es nuestro último día de trabajo.
Recojo mis cosas del escritorio, en ella hay una foto de Bruno y yo jugando en el parque.
Hoy haré mi última acción buena del día, perdonare a mi vecino.
Regresó a casa y pasó a comprar un vino. Tomó dos copas de mi alacena y toco en la puerta de mi vecino.
Hola vecino, vengo hacer las pases con usted, es más traigo vino para limpiar asperezas...
Me invita a pasar, conversamos, bebemos.
Las últimas copas.
Vamos a hacer un brindis vecino, en nombre de mi Bruno, en unos minutos nos reuniremos con el, nada mejor que un buen vino revuelto con algo de veneno...
Vaya que fue un gran día.