El silencio a través de las cartas

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N/A: por si quieres crear un ambiente acorde a la lectura, te invito a escuchar el video arriba adjunto. De antemano, gracias por leer esta historia. 

Ash se despertó, en medio de la noche, cuando sintió un dolor agudo en el pecho, presentando irregularidad en su respiración. Él, temblando, se sentó sobre la cama mientras sus lágrimas cubrían sus mejillas.

Se percató en donde estaba realmente lo cual conllevó a sentirse mal. No había tenido una pesadilla tal cual, había tenido un recuerdo. Aquel evento horrible y violento de su infancia, que por años ha querido olvidar. Fue demasiado real, casi palpable, incluso podía escuchar claramente sus voces y el aliento a licor chocar contra su piel.  

Durante toda su vida a arrastrado muchos traumas, pero esa en particular era la peor de todas.

Infructuosamente intentó secarse las amargas lágrimas pero luego llegaron muchas más. Estoy a salvo,  repitió en su mente sin poder creérselo completamente antes de ceder a los escalofríos y por el agobiante hormigueo en sus extremidades. Observó su alrededor con vista nublada, no estaba seguro si era porque continuaba llorando o por las gotas de sudor que entraban por sus ojos.

Estaba teniendo un ataque de pánico.

—Ash — le asustó la suave voz de Eiji, llamándolo. —, ¿e-estás bien?

Ash supo que era él quien estaba ahí en el filo de la cama junto con él, pero no lo pudo ver, no lo quiso ver. Su cabeza le dio vueltas y sintió una penosa taquicardia. Estaba atrapado en la angustia de aquel recuerdo, atravesando el pasado otra vez, sólo. Le dolía todo y no había manera de expresarlo ni siquiera con su voz.

De repente, Ash se estremeció al sentir una mano en su hombro. El toque fue leve pero suficiente para aterrarlo. Sin pensarlo, y controlado por sus propios miedos, el rubio dio un puñetazo lo primero que tenía cerca.

No vio en donde propició la tundra. Llegó a ser consciente de sus acciones tras escuchar un quejido y un estruendo proveniente del suelo.

Luego, cuando Ash se dio cuenta de lo que había hecho, jadeó. La nubosidad en su mente se disipó y vio a Eiji tirado en el piso, sobándose su quijada.

—¡Mierda! — Ash halló su voz, de manera quebradiza, tras vislumbrar la figura dolorida del japonés. — Eiji, lo siento mucho... perdóname ... no lo hice ... yo no quería...

Balbuceó Ash sin atreverse a ayudar a levantarlo. La aflicción era tan grande que le asustaba a dañar más a Eiji.

—Ash, está bien, ¡estoy bien! — consoló Eiji, dejando a un lado su dolor al percibir que la ansiedad de Ash iba en aumento. — . Respira, Ash. Estás temblando.

Ash cerró los ojos y agarró su camisa con fuerza. Trató de inhalar y exhalar como le había enseñado Blanca ante un ataque de pánico; respirar hondo, contar hasta diez y recordar siempre que estaba viviendo en el presente. Él estaba a salvo. Él no estaba solo. Estaba con Eiji en su habitación en su departamento en Japón.

Cuando abrió los ojos después de unos minutos, vio a Eiji, de pie, con un vaso de agua en las manos. Había estado tan concentrado en calmarse que no se dio cuenta cuando Eiji atravesó la cocina para traerle un poco de agua.

— Aquí. Te sentirás mejor si lo bebes.

Ash asintió mientras evitó rozar sus dedos con los de Eiji. Vio de reojo al japonés y, sin mediar palabra, tragó el agua con ímpetu. Cuando la última gota se deslizó por su garganta, Ash dejó a un lado el vaso sobre la mesita de noche. —Gracias — dijo en voz baja. — . Lo siento, por el golpe... ¿te asusté? — algo que tranquilizó sus nervios fue percatarse que el golpe no iba a dejar marca en la faz perfecta de Eiji.

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