Que me sea permitida la imprudencia, pero empezaré hablando de mi como ser consciente de mi existencia. No es, ni fue un buen día, la jaqueca no me deja abarcar más pensamientos, pero, no deseo aplazar más este compromiso conmigo mismo.
¿Cual compromiso?; no es, si no, el deseo de inauguración, de dejar la perseverancia excusada en forma de pereza y de demostrar el continuo progreso de mi prosperante cultivo, más no mi inutilidad al cultivar en huertos muertos. La metáfora de los huertos podría explicarse de la siguiente forma: todo tipo de recuerdos pasajeros, o, aún más peligroso, continuos. Eliminar las remembranzas es técnicamente imposible, puesto el subconsciente es trabajado y el sufrimiento es omnipresente. Evocaciones constantes me hacen estar aquí, de vuelta, en medio de la penumbra musical, buscando exceptuar la imposibilidad de mi pasado y aceptar el presente doloroso y el futuro venidero. Es allí donde se encuentra la magia de la superación, en la aceptación.
Empezar a idealizar, no es una mala idea pienso yo, ¡Idealicemos todos!, así la angustia se verá sometida a la razón y no al desespero sorpresivo y sollozante que nos atraganta a cántaros, el cual, es expuesto románticamente por cualquier inexperimentado. Idealizar sin la amenaza fantasmagórica de la fantasía, puesto esta desata los nudos de la cordura, sometiéndolos, tortuosamente, a quemaduras incesantes y del más alto rigor.
Al manifestar sobre la idealización, escribo también sobre el dolor, siendo este ultimo lo único que hemos de conceder la virtud de lo real. Darse a la idea del actual y próximo sufrimiento con anticipación, aliviará todo tipo de pena de forma considerable. Esta teoría, formada desde la retroalimentación, quisiera exponerla como primer capitulo en esta obra funesta, frente a todo aquel pensador consciente e inconsciente que pueda acceder a este texto; estoy seguro de que serán muy pocos los que puedan y quieran leerme, aun así, entrar en la cavilación de un sólo hombre, o quizá dos, me reconfortaría de forma absoluta.
Pero, retomando, ¿de dónde viene esa reflexión sobre la idealización?; esta pregunta la podrá responder con anticipación, cualquiera con algo de perspicacia, y el que no porte esa dúctil cualidad, que no se preocupe en lo más mínimo, yo haré la breve aclaración del origen de este pensamiento.
Se avecina una tragedia, una tragedia que yo no podré evitar y me cuesta aceptar; por eso, con la más sublime inspiración que emana dentro de mi, expondré con augurio y sin ánimo de ser impertinente, absolutamente todo lo que acontezca en mi contexto de reflexiones fugaces y exorbitantes; hasta llegar, por fin, a la tan anhelada por unos, pero dolorosa para otros susceptibles, desgracia.
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La Muerte de mi Abuela
No FicciónNo existe una descripción clara de lo que desee hacer con esta obra; más allá que, como objetivo indefinido, una narración conciensuda y premeditada del más alto dolor, dolor provocado por la ausencia.