3: Observar para aprender

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La observación a los humanos era algo que bien podría interesarlo o aburrirlo abismalmente, y podría contar con la mitad de los dedos de una mano las personas que lograron con pocas cosas lo primero, entre ellos cierta señorita de ojos claros. Por cinco días Jareth no dejó de observar a la joven durante sus actividades diarias.

Desde tiempos inmemoriales Jareth había observado todos los mundos desde la palma de su mano, estando al tanto de los humanos, el progreso de la humanidad, y en algunos casos interesándose por aquellos que el libro lograba aparecer en su camino. Pero su juicio hacia ellos era la misma: Todos eran inferiores. Incluso menos que eso, y sus defectos eran fácilmente enumerables para hacer una enorme lista que les diera a entender que la existencia era un regalo caro que despreciaban.

Pero el caso de Uma era uno sumamente distinto, porque ella no era humana.

Al menos no del todo. Había aprendido en su estudio que ella formaba parte de una raza mágica maligna proveniente del mar, las cecaelias. Brujas marinas de gran astucia y elevados poderes que obtienen por medio de la magia lo más valioso de un ser humano o criatura fantástica que recurra a sus artimañas. Eran grandes embaucadoras, y Jareth conocía muchas en los otros reinos vecinos al suyo. Pero esas eran feas, gordas y de voz chillona, mientras que Uma tenía todo el físico de una adolescente que había entrado prematuramente a la adultez.

Si bien era delgada y un poco mas baja de lo normal, era compensada en agilidad y astucia a la hora de tener una espada en mano. Jareth se sentía increiblemente atonito de que una mujer pudiera tener tan buen manejo con la espada y sin uso de los poderes naturales de lo que era dotada. Incluso el poder que ella resistía de usarlo al 100% era algo de admirar, sobre todo porque él se moriría de aburrimiento de no poder usar los suyos como deseaba. 

Solo en algo le digustaba, y eso era su personalidad.

Ella era de naturaleza grosera y ruda, y la mayor parte de su día consistía en fingir. Podía notar las sonrisas forzadas, las miradas amables contenidas de rabia, las falsas palabras de amabilidad dirigidas a las demás personas, al menos unas en especificas. También debía rescatar otras de sus cualidades: Era comprensiva y protectora con los niños. Hace dos días presenció la escena donde enseñaba a un niño con lentes a escribir, y esa misma noche había alegrado a una niña dandole un bote de helado que justamente ella había logrado sacar de la cocina de manera clandestina. Ver ese compromiso le había dejado pensativo.

-No es suficiente- hizo desaparecer la esfera con un ademán -Carece de muchas cualidades de toda una dama refinada. ¿Cómo puede ser la reina del Underground una mujer de su clase?

Se quedó estatico.

-¿Y por qué debería siquiera imaginar que ella podría serlo? Ni si quiere me gusta...Pero mi libro ha llegado a ella y lo ha aceptado... Y le ha gustado.

Desde que Uma tuvo el libro en su poder todas las noches y sus tiempos libres se dedicaba a leer y releer todos los capitulos exectuando el final, algo que a Jareth lo había dejado perplejo y confundido pues normalmente podía ver y sentir la creciente excitación de terminarlo. Ella no, incluso se mostraba renuente a hacerlo y siempre retrocedía al inicio, siempre de forma inherente regresaba a su ilustración. Independientemente de eso, Jareth sentía que tenía un punto a su favor: No conocería su punto débil.

Ah, cuanto gusto le hubiera dado que una chiquilla nunca supiera las palabras correctas, el sentir correcto. El rubio se dirigió a su ventana mirando la lejanía de un laberinto derruido, a penas en pie. El Castillo había perdido el esplendor y los jardines privados estaban secos desde mucho tiempo. El sol, desde lo alto y en su cenit, no lograba llenar el reino con su luz.

Puedo vivir dentro de ti (Jareth x Uma)Where stories live. Discover now