22. Hospital

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Pip. Pip. Pip.

La luz me cegó por un momento cuando abrí mis ojos. Me sentía extrañamente cansada, todo mi cuerpo pesaba como si tuviera un edificio encima, mi cabeza dolía como si la estuvieran taladrando pero lo mas que me extrañó fue no encontrarme con las paredes de mi habitación si no con unas deprimentes y blancas paredes.

-Ugh, me duele todo.

Entonces todo acudió a mi memoria como un balde de agua fría.

-Sarah!

-Sshhh. -susurró la enfermera que estaba entrando por la puerta.

-S-señora, y-yo nec-cito verla, por favor.

-Ay mi niña. Eso no depende de mi, cariño. -hablo la señora con un tono maternal.- Ella esta en intensivos. Pero si quieres para que no estés sola le puedo decir a tu novio que entre.

-N-no, el no. Por favor ayúdame a ir donde Sarah.

La señora suspiró y desvió su mirada de mi hacia el techo como si estuviera cansada.

-Si logro infiltrarte en intensivos para que veas a tu amiga, ¿me juras que no lloraras ni harás ruido en la sala?

-L-lo juro.

La señora que pude identificar como Patricia gracias a su carné se acercó a mi lado y pasó su fría mano por mi frente hasta llegar a mi cabello. Un gesto bastante maternal que provocó en mi más ganas de llorar.

-Me recuerdas tanto a ella. -susurró más bien para sí misma pero pude escucharla.- Vamos, mi niña.

Me tomó del brazo con delicadeza y me ayudó a pararme. Tomó la sábana que había y la colocó sobre mi cabeza para lograr quitar el frío que envolvía mis huesos. Dijo que esperara ahí y entonces metió un carrito de distintas medicinas, incluidas inyecciones. Subió el mantel y me dijo que entrara en la parte baja del carro.

Me acomode como pude y ella bajó el mantel para cubrir mi presencia.

Comenzó a andar mientras tarareaba una canción aleatoria que me hizo sonreír al caer en cuenta de que era La vie en rose de Louis Armstrong.

Luego de haber bajado 3 pisos, según el sonido del ascensor, ella siguió manejando el carrito mientras saludaba a una que otra enfermera.

-Liz, Marcos me ha dicho que vaya a darle un vistazo a la paciente 101, me dijo que le diera mi opinión y un informe.

-Claro, Jung.

Entonces se dirigió hacia la habitación sin dejar de tararear para luego parar frente a una cama.

Levantó el mantel y me sonrió diciendo que podía salir.

No sabía si era por el frío o por el miedo de lo que mis ojos pudieran ver pero estaba tiritando.

Mientras mi labio inferior se sacudia con violencia mis ojos recorrieron las piernas cubiertas de Sarah. Mis ojos siguieron su ruta hasta dar con su magullado rostro.

Un sollozo se escapó de mis labios los cuales cubri con mis manos tan rápido como mi cuerpo reaccionó.

Tenía los ojos cerrados como si estuviera tomando una simple siesta. Su boca se encontraba ligeramente abierta mientras era invadida por un tubo de respiración. Tenía en su brazo una aguja que se enterraba disparando alguna droga desconocida para mis inexpertos ojos.

Su estómago se encontraba aún hinchado y eso me dio cierta tranquilidad. No se que sería de ella sin su bebé.

Lleve mis temblorosas manos a su rostro donde dejé leves caricias.

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