32. Números

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-          ¿Sigues haciéndote líos por eso? Ya olvídalo.

El agua cayó sobre el cúmulo de platos del lavatorio y Dongpyo se giró sobre sus talones, sosteniendo la esponja húmeda sobre sus manos con nerviosismo.

-          No, Seungwoo, no debiste haberle dicho nada. Ahora que lo sabe, se lo dirá a tu hermana y tu madre creerá que la he traicionado... - insistió con el rostro fruncido en una mueca de desesperación - Ella ha sido muy buena conmigo y no es justo, no es justo y tengo miedo de pensar cómo se sentirá.

Sus ojos se encontraron con los de Seungwoo y este rompió en carcajadas, secándose el cabello como si nada hubiese pasado.

-          No le veo la gracia, Seungwoonie - Dongpyo se volvió hacia el lavatorio, tomando un nuevo plato y humedeciendo toda la esponja en detergente.

-          No le dirá nada a nadie, te lo aseguro. Es muy marica como para decir algo.

-          Pero pensará muchas cosas de mí y no me volverá a hablar.

Seungwoo se movió hasta su lado y le quitó la esponja para luego hacerlo a un lado y empezar a refregar el primer plato del desayuno con fuerza.

-          Claro que no se atreverá a acercarse más a ti, porque ahora sabe que eres mío. Y nadie toca lo mío.

Pasó el plato espumoso sobre agua y observó el reflejo de Dongpyo en el espejo de uno de los reposteros, viéndolo removerse con nerviosismo y suspirar dos veces.

-          Que no se lo dirá a nadie, quita ya esa cara. Si hubiese querido decirlo, ya todo el mundo se habría enterado a esta hora, ¿no crees?

-          Ah, Seungwoonie, no sé qué voy a hacer.

-          Quitar esa cara y ponerme una de esas sonrisas bonitas que siempre pones.

El menor se encogió y no pudo evitar sonreír, aunque su sonrisa no brilló como antes.

-          Pero si tu familia se entera...

-          No hablará, Dongpyonie, no hablará. Además, debería agradecer que no lo maté allí mismo. Mira que venir con esos dos papeles de cine y decirte todas esas estupideces... Debiste haber visto la cara que puso. Semejante imbécil.

Dejó el último de los platos y se volteó, caminando hacia él para tomarle del brazo y tirar de su cuerpo hasta aproximarlo todo lo posible al suyo, sintiendo la calidez de su aliento acariciar su rostro y sus brillantes ojos mirarle con inquietud.

-          Ya deja de preocuparte y ven y bésame de una vez.

Sus labios se entrelazaron con los suyos y logró saborear su calidez y sentir la suavidad y dulzura de su boca, que siempre removía algo en su interior y le calaba los nervios. Su cuerpo, sus labios, su boca, siempre serían su lugar favorito para estar; incluso aunque intentara luchar contra eso. En realidad, era inútil luchar contra eso, porque era más fuerte que un maremoto y un terremoto juntos. Se separó y lo vio descender la cabeza y sonreír, un poco más convencido y seguro. Regresó al lavatorio y quiso cerrar el grifo, pero la figura de su madre junto a la puerta le dejó tieso. ¿Todavía estaba en casa? Qué novedad.

-          Seungwoo, cielo – dijo, luciendo emocionada y frunciendo el ceño al mirar todo su alrededor - ¿Lavando los platos? Tienes visita, así que deja eso.

¿Visita?

La esponja se le cayó de las manos cuando la rubia con shorts rasgados y camiseta corta apareció con dos bolsas prendidas de sus manos, sonriendo.

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