Prólogo

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La noche era relajante, era como un suspiro del viejo ambiente que emanaba en el viento, tan fresco e intranquilizante que me hacía cerrar los ojos y relajarme bajo la luna llena. Algo peludo delicadamente suave y silencioso se situó a mi lado con un ronroneo enternecedor que me hizo acariciarlo lentamente mientras admiraba las estrellas que se situaban en la noche temerosa.

Whiskers empezó a maullar y con eso otros maullidos se escucharon a lo lejos. Yo sonreí agraciada acomodando mi cabeza en el duro techo del edificio para empezar a dormirme. Este era la rutina de cada día, de cada anochecer, de cada luna llena.

Sin embargo algo cambió. Whiskers había atorado sus garritas en mi chaqueta negra, quitándolas y luego volviéndolas a atorar. Supe de antemano que algo quería, maulló nuevamente en lo que me acomodaba para mirarla bien, maulló otra vez. Tenía hambre.

–¿En serio Whisk? – Me tallé los ojos pesadamente sentándome. Ella agitaba su colita alegremente. –Es tarde. – De respuesta ella volvió a maullar. Rodee los ojos cansada. A esta puesta de la luna seguramente todas las tiendas de comida estarían cerradas, sin clientela afuera de ellas con su comida expuesta.

Me paré de un golpe y me dirigí a la orilla del techo, donde habían ventanas abiertas y alcobas despejadas. Salté a la primera alcoba, donde las luces estaban apagadas, monté la cerca pasandome a las viejas escaleras de emergencia. Cuando estube los suficientemente bajo salté a la acera del pavimento y caminé empezando a dirigirme a una gran avenida iluminada, agradecí internamente de que no fuera demasiado tarde para esto. Me acomodé mi chaqueta, mis guantes de lana rotos y mis pantalones colocandome la gorra de la chaqueta, me metí las manos en las bolsas de esta. Dirigí mi atención a una señora pasada de peso que reía paranoicamente junto a una señora de igual forma, conversaban de algo que no logré entender, pero me había dado cuenta que ambas llevaban bolsas cargadas de comida, encima de todo lograba resaltar un gran cartón de leche ¡Vingo!

Normalmente no hacía este tipo de cosas, exactamente como esto que estaba apunto de hacerle a la mujer. No lo odiaba pero me mantenía con vida. A decir verdad con tan solo mirar el cartón de leche me había empezado a dar hambre a mí también.

Impulsé todo mi peso en una de esas señoras ocasionando que se le callera toda la comida, tomé el cartón leche metiendolo en el interior de mi chaqueta. Miré al señor de enfrente un poco más alejado conversando con una señora un poco más alta que él, no se veía tan pobre, llevaba su billetera en la mano. Mañana tendría que comprar mi desayuno así que me dirigía hacia él, le di un pequeño empujón tirando su billetera, la recogí antes que el señor pudiera hacerlo y seguí caminando a un ritmo rápido. Desgraciadamente él se do cuenta demasiado pronto.

–¡Hey tú! ¡Devuelveme mi biletera! – Reclamó enojado. Me volteé a verlo acelerando el paso, luego empezando a trotar más lejos de él pero seguía atrás mío, empezé a correr tan rápido como podía cruzando un callejón oscuro volviendo al edificio donde había dejado a Whiskers, subí unos cuantos escalones de la escalera por donde había saltado. Revisé la billetera encontrandome con cuatro billetes de cien dolares, caray, este tipo sí que era rico. Tiré la billetera por la alcantarilla. Vertí una parte del cartón en un tazón escondido que se encontraba ahí, dónde siempre lo dejaba y la otra parte me tomé yo, deleitándome.

Alerté unas risas aproximandose a donde yo estaba, subí otros escalones más donde la oscuridad me podía cubrir. Se trataba de dos señores y un chico que reían sin parar los tres abrazados, seguramente eran una familia, bastante seguros de sí mismos. No necesitaría más dinero en las próximas semanas con el dinero que había sacado, sin embargo decidí quedarme a mirarlos un rato más añorando la escena que me resultaba tan desconocida para mí. Advertí que un sujeto vestido de negro se acercaba del lado opuesto del callejón, le divisé con una arma escondida bajo su sueter, regordete con un gorro puesto en la cabeza, cuando dio otros dos pasos más este se estiró el gorro escondiendo su cara. Mierda, los iba a asaltar.

Justo como había predicho, el sujeto sacó su arma no tan bien escondida y les apuntó a los tres que se habían quedado pasmados ante eso.

–¡Denme todo su dinero! – Gritó de pronto. Su tono se escuchaba algo nervioso como para siquiera cargar con un arma. El señor vestido con un saco color caqui levantó las manos en forma de rendición.

–De acuerdo, mira no llevamos nada de valor– El sujeto dirigió su arma hacia el señor ahora un poco menos nervioso dandose cuenta que ya los tenía más asustados que él. Luego dirigió su mirada a la señora vestida de una forma igual de elegante que su esposo, al igual que el chico que se encontraba en medio de los dos. Supe en el instante que miró en ella. Llevaba un collar de perlas que solamente relucían más por la luna llena.

–Entreguenme el collar– Le apuntó a la señora. Ella se lo entregó apresuramente e imitó a su esposo que seguía con las manos levantadas.

Antes de volver mi atención en subirme al tejado desecho dónde se encontraba Whiskers los dos disparos retumbaron en mis oídos como dos campanas alarmantes. Cuando volteé la mirada hacia abajo el sujeto había dirigidose de donde había salido. Miré a la familia advirtiendo que el señor y la señora estaban tirados en el pavimento, ambos con una bala en el pecho.

–¿Mamá? ¿Papá? ¡Despierten!

Muy pronto el chico gritaba desgarradoramente estando ahora de rodillas.

Una clara sirena de policía se escuchó no muy lejos de aquí haciendose cada vez más alta. Este era el momento en el que debía regresar al techo del edificio, miré una última vez al chico gritando algo sobre querer a sus padres de vuelta, lo podía entender completamente.

Huí antes de que él me pudiera ver.

Owned the Night.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora