Debby
–Como cada día el sol brillaba al anochecer una lámpara se ilumina.
Un grupo de chicos se habían reunido en la interestatal de autobuses, muy cerca del orfanato junto a la gran malla que separaba la ciudad del resto del estado. Era una noche tranquila, con una suave brisa que podría pegar suavemente en el rostro y contentar el alma.
El orfanato estaba cerrado, solamente unos cuantos niños realmente vivían ahí. Debby ni siquiera se atrevió a mirar aquel edificio que daba una impresión increíblemente aterradora, optó por seguir comiendo los trozos de pescado que el grupo de chicos habían encontrado en el basurero de la mansión Cooper recién se había puesto el sol. Mirar ese edificio le podría traer malos recuerdos, exageradamente horribles, todavía le agradecía a sus agiles piernas por haber logrado escapar de ese sufrimiento.
Mark miró atentamente a Debby comer, se había fascinado con aquella creatura andante y silenciosa, tal como si fuera un extraordinario gato feroz. Mark era del tipo normal para encontrárselo en la calle, siempre sucio rodeado de otros demás sucios sin perder el encanto. Esa siempre había sido su suerte para él, podría robarles tranquilamente a quien él quisiera y ellos –aunque la mayoría serían “ellas” – nunca se darían realmente cuenta de ello, siempre estarían encantadas bajo su atractivo físico o su falsa amabilidad.
Debby siguió fingiendo que no se había dado cuenta de que la observaba mirando fijamente hacia el frente, para ser más exactos a Corey, un chico regordete afroamericano que había crecido junto a Debby, no totalmente cerca como para llegar a hablarse lo suficiente pero sí para que ella se llegara a dar cuenta cómo iba creciendo con el tiempo.
En medio del círculo que se había formado Mike, otro chico de la calle que siempre estaba con Mark, había prendido una fogata para recalentar los restos del pescado. En parte todos los chicos huérfanos que vivían en la calle sabían de ante mano donde se podría conseguir comida en caso de no poder conseguir de otra manera cómo sobrevivir era técnicamente esperar entre las plantas de patio trasero de los Cooper para poder acechar el basurero. Todos estaban más que agradecidos que en esa familia hubieran dos chicas con desórdenes alimenticios.
Cada dos lunas llenas los chicos habían quedado en reunirse en este lugar, en las afueras del orfanato dónde todos se habían conocido para nunca perder el contacto ahora que tenían una vida propia para sobrevivir a su antojo. Y cómo siempre pasaba Debby jamás hablaba, solo se juntaba con ellos como habían quedado. Cada dos lunas llenas antes del amanecer.
–Que delicia. – Comentó Reish, una chica de cabello rubio oscuro que se había quedado en el grupo de Mark junto con Mike y otros dos chicos que Debby no lograba recordar sus nombres. –Algún día iré personalmente a la mansión de los Cooper para agradecerles a esas dos anoréxicas por tirar la mayor parte de su comida.
Corey soltó una reverenda risa mientras se devoraba su parte del pescado frito. No comentó nada pero se había dedicado a sonreír mientras comía.
Debby se sentó en una de las cajas que estaban en las orillas del orfanato, eran cajas enormemente hongueadas con buena resistencia a todo. Mark imitó su acción sentándose junto a ella mientras Debby se recorría lo más lejos posible de él. Siempre era lo mismo, Mark intentaba acercarse y lo único que recibía a cambio era el rechazo de ella. Pero, él se había jurado jamás darse por vencido con Debby.
Una camioneta pasó por aquel lugar llamando la atención de todos los presentes ahí, más atención había puesto Debby cuando aquella camioneta había aparcado al otro lado de donde ellos estaban. Salieron dos señores, una señora que ella le había calculado estar en los cincuenta años mientras que al otro señor que también bajaba de la camioneta tendría la misma edad o menor edad que la señora. Ambos llevaban canastas con comida adentro. Ella sabía de antemano que sus amigos también podrían ver la comida. Algo la detuvo en su pensamiento, eran esas canastas, los tipos que acababan de bajar se dirigían hacia ellos con una sonrisa en el rostro, miró nuevamente a los chicos que miraban con atención las canastas y luego volvió la mirada a los tipos sonrientes. Algo andaba mal. ¿Por qué alguien querría regalarles comida a ellos?
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Owned the Night.©
ChickLitCrecer en las calles le ha enseñado a Debby como sacarle las billeteras de los bolsillos a la gente. Y cuando eso no es suficiente su sorprendente habilidad para escalar paredes, ver en la oscuridad, su increíble oído y evitar policías la ayuda a ob...