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"Si por besarte después tuviera que ir al infierno, lo haría. Así después podría presumir a los demonios de haber estado en el paraíso sin nunca entrar."

Raguela cerró el libro en sus manos y levantó la vista para poder observar lo que había en su alrededor.
Las personas caminaban sin ninguna preocupación.. que odio les tenia.
Se levanto para seguir su camino, necesitaba llegar rápido, se le había ido el tiempo sin darse cuenta.
Su delgado cuerpo se movía con rapidez entre las personas y trataba de pasar desapercibida.
New York no era su ciudad favorita, había muchas personas que siempre la empujaban, algunos no se percataban de que lo hacían, todos tenían algo que hacer y siempre iban rápido..

Esta vez le tocó a ella empujar y andar rápido, tenía que.
Se detiene a una esquina y observa hacia los cielos, edificios altos se levantaban, el ruido era horrible. Pero ese olor, ese maldito olor.
Llevaba una cruz en el cuello que luego es guardada.
Mira hacia su derecha, era una calle larga, extrañamente vacía, el maldito olor seguía ahí.

Se detuvo un momento a pensar. ¿Hacia donde iba? Realmente no tenia nada que hacer o algún lugar donde llegar. Algo había hecho que detuviera su lectura y moviera su cuerpo hacia donde estaba exactamente. Raguela apretó sus labios y tragó en seco.

Decide doblar hacia esa extraña calle, no tenía miedo, en su mundo tener miedo era muerte, y ella ya había vivido mucho. Mientras caminaba mira sus manos.. casi estaban repletas. Su cuerpo era la prueba viviente de cuanto había asesinado, lo era.

Se detiene frente a un pequeño establecimiento. El olor ahí era mucho más fuerte. Ese era el lugar.
Quita la campera que llevaba, dejando a la luz su cabeza rapada y los tatuajes que adornaban su cuerpo, cada tatuaje contaba una historia, y hoy no seria la excepción.
Empuja la puerta, y está hace un ruido al abrirse. El lugar estaba extrañamente iluminado, pero el olor a putrefacto inundaba todo. Era un kiosko, había libros, comida.. tantas cosas en un solo lugar. Raguela camino por los pasillos alerta mientras tapaba su nariz, tenía náuseas.
Se para frente al mostrador y toca la campana mientras observa a su alrededor con curiosidad. Aprovecha y toma una cajetilla de cigarrillos y la entra en sus bolsillos. Pero nadie ha venido a atenderla..
un parpadeo de la Luz la pone alerta y se da vuelta rápidamente.

•— ¿que tenemos aquí? — Raguela observo a la anciana mirarla con deseo. Ella era la que tenía el olor a putrefacto, ella no era humana.
Sin apartar la vista de la anciana, Raguela camina acariciando los productos en las estanterías. Observa como la anciana da un paso hacia atrás •—  así que tu nombre es Raguela la traicionera que nació en la oscuridad pero quiere entrar a la luz —.
Raguela no se detuvo y se acercaba más y más al demonio que la observaba con deseo.

— ¿Que haces en la tierra inmundo? — las palabras de Raguela eran firmes. Ese día estaba de humor. En otros momentos hubiera acabado con el demonio en un abrir y cerrar de ojos.
El demonio sonrió mostrando sus carcomidos y asquerosos dientes, cada vez que el demonio sonreía Raguela lo único que pensaba era cómo poner su cuchillo en su cuello, la ira inundaba su cuerpo. Raguela cerró los ojos por un momento, el mal olor que emanaba del cuerpo era desmesurable.

Raguela vestía una falda corta que le permitía moverse con facilidad y rápido. Debajo de esta estaba su cuchillo, su preciado y amado cuchillo, forjado especialmente para ella. En un pasado era grande y brillaba, pero con el paso del tiempo se había ido reduciendo con cada vida que Raguela perdía.
En un movimiento rápido Raguela corre hacia el demonio, sacando su cuchillo y causándole una herida en un brazo, quería jugar. La oscuridad del lugar le daba ventajas.
Raguela siempre ha sido silenciosa, su pequeño cuerpo entraba por lugares que seguro ustedes no imaginan. Y aunque su cuerpo se veía endeble, era más fuerte de lo que cualquiera pudiese imaginar.
El poder de Raguela era demoniaco, del más oscuro aunque ella fuese una mestiza.
El grito del demonio al sentir como el cuchillo atravesaba su piel humana era música.
Raguela sonrió y camino entre los pasillos, deslizándose sigilosamente..
el demonio había corrido a esconderse pero Raguela sabía exactamente donde estaba.
—¿Te estás escondiendo? ¿Un demonio con miedo?— Raguela respiraba rápido. Estaba sintiendo la energía demoniaca en sus venas, debía acabar rápido con el demonio, si llegaba a tu tope, sería un desastre total.
Camino entre pedazos de vidrio y su respiración aumentaba. Sentía como estar cerca de su verdadera naturaleza activaba el mal que tanto luchaba por ocultar. Debía acabar con el demonio rápido, o todo sería mucho peor. Ensimismo tanto en sus pensamientos que olvidó por completo en lo que estaba. Unas manos frías en su cuello la volvió a la realidad. El demonio la tenía en sus manos obstruyendo su respiración. Raguela no entendía lo que ocurría, ella no le pasaba eso, estaba teniendo problemas. La fuerza del demonio era más de lo que imaginaba y su cuchillo había caído al piso.
Con sus manos forcejeaba con el fin de conseguir que el demonio la soltara, pero lo único que conseguía era la asquerosa satisfacción del mismo reflejada en sonrisas macabra.. Sus ojos negros completamente mostraba la maldad que llevaba; Esto iba a ir muy mal si lograba salir de su agarre. El aire le empezaba a faltar, y de sus ojos salían pequeñas lágrimas. •— oh pequeña alma, tienes tantos miedos, sería delicioso comerte •— esto sirvió para que Raguela entendiera a quien se enfrentaba. Lo peor que podía hacer un demonio era hablar ante alguien que lo único que quería era acabar con el y conocía muy bien a cada demonio.

Su enojo llegó a un límite y antes de que el demonio la marcara con sus uñas en el rostro Raguela sacó fuerzas desde lo más profundo y golpeó al demonio con sus piernas haciendo que la soltara y el tambaleara.
Al caer al suelo, se levanta rápido ignorando el dolor en sus rodillas.
Toma su cuchillo y corre hacia el. Lo golpea rápido en el rostro y pecho, dejándolo fuera del juego por unos segundos que aprovecha para cortar su cara con la navaja.
La sangre negra que emanaba era hedionda.
—QUIERO QUE VUELVAS A TU HOGAR BLASFEMO, DEMONIO DEL MIEDO CONOCIDO COMO AHAZU — Raguela lo observa con una sonrisa en el rostro y su respiración a mil. Saca su cruz y la coloca en la frente del cuerpo humano y escucha los lamentos de este. — Y QUIERO QUE LE DES UN MENSAJE A TU QUERIDO JEFE: YO SIEMPRE ESTOY DELANTE DE ÉL. — lo observa enojada y traga saliva.

•—MALDITA PERRA SUCIA —• chillo el demonio. Su voz, su verdadera voz había salido •— POR ESO TÚ MADRE ESTÁ SIENDO COGIDA EN EL INFIERNO, AL IGUAL QUE LO SERÁS TÚ. HAZ TRAICIONADO A TU SANGRE POR UN MALDITO DIOS QUE NUNCA TE HA QUER.... — escupió. Pero no pudo terminar. Raguela cortó su cabeza manchando de sangre hedionda todo a su alrededor incluyéndola.
Su respiración entre cortada va apaciguándose así como pasan los segundos. Toma su cuchillo y lo coloca donde siempre está y mira a su alrededor para luego decidir salir del lugar cegándose por la luz del sol.

— 409, RAGUELA ESTO ES URGENTE.
•el mensaje que recibe en su celular la pone alerta y la hace correr por las calles de New York. Raguela no ha terminado.



Raguela llegó casi con el corazón en sus manos.
Toda manchada de sangre observo cómo su protegida observaba por la ventana embelesada hacia algo de la calle.

—Quisiera poder observar esta ciudad con tus ojos — Murmuro y la chica se asustó. El nombre de esta era lyara, y Raguela la había rescatado de la oscuridad.
La sonrisa de lyara no se hizo esperar. Su pelo rubio cubría la mitad de su espalda. Lyara era igual que Raguela. Tenía sus mismos dones y fue rescatada una vez por la iglesia que la sentenció.
Pero Lyara cayó en un mundo de oscuridad mundana y perdió todo, hasta que llegó Raguela, hace décadas de eso.

Hueles horrible— Lara susurró tapándose la nariz. La miro perspicaz y murmuro. — La iglesia te llamo. Necesita que vuelvas al rebaño — y para Raguela todo se detuvo.

Hija de la noche Donde viven las historias. Descúbrelo ahora