Tercera vez

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Alfred miró extrañado al amo Clark. El hombre estaba sentado en una de las sillas altas de la isla de la cocina, con el codo apoyado en la misma y la palma de la mano abarcando la mitad de su cara mientras miraba exactamente a la cafetera apagada y de vez en cuando daba algún suspiro. 

—Sucede algo ¿Amo Clark? — El susodicho había girado a verlo desconcertado, negando con la cabeza — Sin duda le sucede algo, esta vez no ha corregido lo de amo. 

—Lo siento, Al , no me llames así — Corrigió ya muy tarde. Alfred era ese tipo de persona que parecía invisible, cuya presencia a veces era desapercibida, pero que sin duda te conocía tan bien que daba miedo. Clark a veces creía que podía leer todos sus pensamientos con una sola respiración que soltase. 

—Me atrevo a decir que el amo Bruce definitivamente tiene fuertes sentimientos por usted, así que no entiendo qué le preocupa… —Clark miró a Alfred, si aquellas palabras venían de ese hombre, entonces, definitivamente, podía estar tranquilo. 

—¿Y si encuentra a alguien mejor que yo? ¿Y si ha encontrado a alguien mejor que yo? Solo soy un periodista aburrido ¿Qué hay de todas esas hermosas chicas de la alta sociedad con las que se ha reunido toda esta semana? 

Alfred lo miró, examinándolo un momento y luego entendiendo la situación. Bruce había salido hace una semana para hacer negocios en Francia, lo cual significaba fiesta para los señoritos, lo que llevaba a Clark a pensar que quizá, en una remota idea, solo quizá, Bruce encontraría una linda chica de la cual se enamoraría porque valía la pena más que él.

—He visto crecer al amo Bruce, amo Clark y…

—Quita lo del amo… —Alfred sonrió.

— Y déjeme decirle que en toda mi vida nunca lo había visto ponerse tan nervioso escogiendo el mejor traje, la mejor corbata, los mejores zapatos para dejar una buena impresión en el señor Kent. 

Clark sonrió. El solo pensar ver a Bruce así, abrumado por verse bien delante de él le hizo emocionarse. El timbre sonó y Clark se apresuró a abrir sin darle tiempo a Alfred ni siquiera de moverse. Cuando abrió la puerta abrazó tan fuerte a Bruce que este se quejó de que le rompería una costilla si no lo soltaba. 

—Te amo.

 Y allí estaba de nuevo, ese palpitar que le gustaba tanto. 

Te amoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora