0.01: 𝓖𝓮́𝓷𝓮𝓼𝓲𝓼

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♡ la parte del final está escrita con la canción The End of the World, de Skeeter Davis (1962)

♡ la parte del final está escrita con la canción The End of the World, de Skeeter Davis (1962)

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Hacía varios días que el sol no salía. Bueno, en realidad, hacía mucho tiempo que el sol apenas salía. 

No tenía queja; la verdad era que ya se había acostumbrado a vivir bajo aquel cielo gris encapotado. Por los fuertes vientos, la gente prefería quedarse en casa a esperar a otra tarde amena, y por lo tanto la cafetería se quedaba vacía. La vieja radio continuaba emitiendo música a pesar de las intermitencias, mientras la parpadeante luz sobre su cabeza se encargaba de iluminar más allá de los últimos asientos del pasillo.

Génesis estaba limpiando el mostrador acristalado, a un ritmo más bien monótono. Levantaba la cabeza y miraba hacia el ventanal a menudo, esperando encontrar allí la cara conocida del encargado, que había requerido marchar por una cita urgente -de nuevo- y no debería tardar mucho en llegar. 

Estaba preocupada; hacía meses que la seguridad del pueblo estaba siendo reforzada. Ella recordaba haber escuchado por boca de Cail -el encargado- que uno de los maestres había sido ejecutado. Desde entonces, el gobernador se fiaba mucho menos de sus conciudadanos, y mucho más de sus verdugos. Ya no era tan extraño ver agentes apostados a las esquinas de cualquiera de los establecimientos del centro del pueblo, que a pesar de que no acostumbraba a visitar, seguían estando allí. Génesis no vivía rodeada especialmente de una gran multitud; su casa estaba apostada cerca del peñón. 

No obstante, ¿qué le aseguraba que, si habían comenzado por la del maestre, no acabarían con su vida?

La marca ineludible la tenía a sus espaldas, como una carga pesada que ralentiza a su portador. 

Por fin, la pequeña campanita de la entrada sonó, anunciando la llegada de Cail. 

El pobre hombre se notaba derrotado, con unas grandes ojeras oscuras que acentuaban su rostro con más edad de la que en realidad tenía. El pelo canoso le caía a las espaldas, encrespado. Vestía con un traje de chaqueta marrón y seguramente antiguo, caminaba encorvado, y mantenía una mueca triste. Volvía de la comisaría, y por eso tenía el coche aparcado en la entrada.

Génesis volvió a ocuparse del cristal, asumiendo despreocupación. 

—Tienes mala cara —dijo.

El señor simplemente se escurrió hasta la cocina rápidamente, para cambiarse el uniforme y volver a su puesto de trabajo. 

—Sí, ha sido un día algo duro —lo escuchó murmurar débilmente a través de la puerta.

Paró de mover la mano, girando el cuello hacia su derecha. Recapituló. Cail era un hombre generoso; le había dado un trabajo y una tapadera incluso cuando lo único que tenía para ofrecer era un sueldo chapucero y un bar poco concurrido. Era mayor, pero Génesis estaba segura de que no había tenido una familia. Él nunca hablaba de su casa, pero solía desprender un olor agrio, como si hubiese estado bebiendo durante largas horas. Solía sonreír con frecuencia, como si fuese lo más natural del mundo. Siempre le daba los buenos días y la despedía con cariño, porque probablemente la considerara mucho más que una simple niña abandonada. 

𝖊𝖑 𝖏𝖚𝖎𝖈𝖎𝖔 𝖉𝖊 𝖑𝖔𝖘 𝖆𝖗𝖈𝖆𝖓𝖔𝖘Where stories live. Discover now