Trapecio

Miedos

Mi mente divaga ante las aspiraciones de mi alma.

Mi corazón se enternece cuando veo las imágenes de mis deseos.

El tiempo se detiene al soñar con lo que quiero y mis huesos tiemblan al sentir mi anhelo.

Un poco de temor oscurece mi felicidad; me siento como un barco que navega sin saber si a su puerto va a llegar.

Las velas de mi disposición se contraen y si extienden al pensar; hay turbulencia y yo no quiero fracasar.

¿Y si ese barco nunca llega a puerto? ¿Qué tal si sus tripulantes son solo un inútil esfuerzo que refleja una ilusión infundada y vana? Vana, jamás, lo que viene del corazón no es vano, pero puede afectar al viento que juegan entre las velas y alimenta a los tripulantes de ese barco.

¿Qué debería hacer el barco? Sin dudas, lo mejor es centrarse en el mapa que tiene entre sus manos, el que le dieron al nacer y le explicaron cuando le tocó crecer, ya que así hallará un lugar seguro donde no quede inseguro ante su voluntad. No, no debe navegar ni seguir proyectando, podría naufragar y hundirse en su propio llanto.

Pero el barco sabe que ese mapa no es para él, que lo seguro no es siempre te hace sentir estable y que si se ahoga en el fondo del mar, su alma todavía podrá flotar. El barco seguirá, no se detendrá. Tiene convicción en el que dirige el timón, el mismo que le dio el viento y lo puso en el mar; el Capitán que sabe a dónde esta embarcación debe llegar.

El barco no está solo, su tripulación es lo único que necesita, y la lleva dentro de sí mismo todos los días.

Todo depende de mí y del que dirige el timón. 

La nave continuará luchando contra la corriente, 

el viento seguirá soplando, 

mi alma seguirá volando; 

este barco se mantendrá navegando.

Escrito el: 01 - 01 - 2019.

____________________________________________________

¡Gracias por leer!