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Galatea

Las cosas no marchaban del todo bien con mi hermana, su amiga, Alba la estaba llevando por un camino que podía no tener salida. La droga era la especialidad de su amiga, y tenía un consumo descontrolado que podía hacer que Cande se interese.

—Ay,—saqué el porro de su boca y mi hermana me miró molesta. Lo tiré en el pasto de nuestro patio y lo pisé—¿de dónde lo sacaste?

—¿Disculpa? ¿vas a entrar en modo santa?—se burló de mí y bajé mi mirada—las dos sabemos que sos lo opuesto a eso, hermanita.

—No, pero no quiero que te vuelvas adicta como tu amiga—mi hermana pasó su brazo por mis hombros y me abrazó.

—Por fumar un porro no me voy a volver adicta—sonrió y la imité tratando de creer lo que decía—Alba es una buena chica, y no voy a seguir su camino—acomodó mi pelo y se puso de pié—te lo prometo.

Caminó hacia nuestra casa, dejándome sola en el patio. Apoyé mi mano en el sillón del patio y miré hacia la casa de al lado.

Donde se escuchaban risas, me asomé entre las plantas y vi a mi vecino y lo que fuere esa chica jugando con un perro.

Rodé los ojos al reconocerla. Era Mayde, un intento de alumna perfecta que se encargaba de que todo el mundo la conociera por su exceso de perfección.

El perro corría por el patio mientras ellos tenían una especie de lucha o forcejeo en el pasto. La chica quedó sobre el chico y desvié mi vista. Había mierda de perro en mi patio, pero yo no tenía perro.

Volví a los chicos y noté su cercanía.

—cuando traigas a tu perro, fíjate que no cague los jardines ajenos—hablé parandome directamente en una porción visible donde no había plantas entre las rejas*.

Ambos me miraron y él la quitó de encima. Mayde me miró con cara de odio, como todas las chicas y se puso de pié para acercarse.

—no creo que mi perro haya ensuciado tu jardín—habló segura y rodé los ojos.

—no me importa que creas o no—el chico se asomó hacia nosotras y me alejé unos pasos del límite entre las casas—. Acá hay mierda de perro y yo no tengo.

—pasa que a mi perro le gusta ensuciar en lugares que parecen abandonados—se agarró de dos barrotes de la reja y me sonrió con dulzura finjida. Sentía a mirada del chico, y no sabía si era eso o el sol, que hacía que mis mejillas se sintieran calientes.

—bueno, tu perro va a salir con un corcho en el culo si se acerca de nuevo a mi jardín—me miró sorprendida o indignada asi que le mostré el dedo medio antes de volver al interior de mi casa.

Mayde me odiaba y no era un secreto, porque una de sus amigas tenía novio y éste había preferido acostarse conmigo en lugar de su novia. Pero yo no tenía la culpa. En todo caso había sido el novio de la chica quien había buscado mi número, me había escrito y me había pasado a buscar aquella noche.

Pero a las chicas les es difícil verlo de esa forma, y entonces empezaban a inventar mentiras sobre mí.

Días después del encuentro con ella y su dichoso perro, las cosas volvieron a la normalidad.

diabla | wosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora