El Advenedizo de Atmacena.

CAPITULO 4

-Narra Malelei-

Luego de ver aquel panorama, bajé a hablar con mi mamá, encontré a Groceth sentada con un paño en la cabeza mientras mi madre le entregaba un vaso con agua, posteriormente yo me senté.

Hubo un silencio tenso, solo se escuchaban los pasos de los caballeros, por la ventana pude divisar a una persona de negro, no lo sabría describir era como ¿Demacrado? Tal vez, estaba con la mirada perdida hacia el suelo no podía definir si era hombre o mujer ni siquiera su edad pero lo que si sabía es que estaba dubitativa en sus acciones.

Me quede observándola detenidamente mientras apretaba la tela de mi vestido con suma preocupación a sus movimientos y mi mirada curiosa se tornó confundida cuando empezó a dirigirse a una casa y la ¿Traspasó? ¿La gente puede hacer eso? Siempre me ha gustado el misterio, aunque no he experimentado algo parecido, mi madre me contaba historias fantásticas de duendes, dragones, pero cuando crecí me di cuenta de que era algo casi imposible y ese CASI, me levantó la intriga al ver aquella persona.

Cerré las cortinas lentamente ya que estaba pensativa acerca de lo que había visto, al hacer esto mi madre me pregunta con una expresión de confusión.

-¿Por qué lo haces?­—

-La señora Groceth está aturdida con lo que pasó, tener las cortinas abiertas sería algo que la empeoraría, además a mí también me incomoda ver esta situación y seguramente a usted también le pasa lo mismo. ­—exclamé con ligera tranquilidad, mientras estaba tratando de mantenerme serena ante lo que estaba sucediendo.

-Bueno mamá, voy a ver algunas cosas en el taller, me retiro.­­­—finalicé con esa frase a la cual mi madre responde asintiendo con la cabeza, mientras yo sonreía nerviosa por lo que quería hacer.

En el taller, que está a unos pasos de la sala, hay una puerta trasera, que básicamente no da a ningún lado en específico, pero igual me servirá para salir un rato, agarré un abrigo y partí de mi casa.

Estaba encaminándome hacia donde estaba aquel ser, mis pasos se entorpecían conforme iba avanzando porque el camino que tomaba era cada vez más rocoso, además era un atajo para que los caballeros no detectaran mi presencia. De repente, escucho pasos los cuales hacían crujir las hojas marchitas de los árboles, provocándome más inseguridad, y escucho una voz que me decía...