Por fin las clases llegaron, y yo estaba sentada bajo mi casillero, revisando mi celular, con rapidez, trataba de encontrar algo que debía mostrarle a Noah de inmediato.
Al ver que las personas empezaron a llegar, suspire un poco, mordiendo mis labios.
Noah aún no estaba ahí.
Él siempre llega temprano.
Cuando sonó el timbre, fui directamente a clase, tratando de ignorar mi conciencia. Algo andaba mal.
Noah desde hace 3 días no me contesta los mensajes que le envío... y mucho menos me ha tenido en mente. Estos dos días me ha estado ignorando, y cuando yo trataba de mantener una conversación en pie con él, simplemente se alejaba.
— Cuando lo vea juro que... —
Un borrador de pizarra se azotó contra mi pupitre, y desperté de mi sueño. ¡¿Había estado hablando en voz alta todo este tiempo?!
— Lo siento maestro, yo... —
Me cerró el libro inmediatamente.
— Lo lamento, señorita Brown, pero es la tercera vez que interrumpe mi clase balbuceando. Le pido muy amablemente que se retire de la clase. Ahora. —
Con una cara de pocos amigos, me levanté de mi asiento desafiante, callando las risas de mis compañeros. Metí todo inmediatamente en la mochila, yéndome de aquella aburrida clase, tomando asiento en la cafetería.
De repente, vi como Noah corría a su clase, por lo que decidí seguirlo, cuando estaba a punto de meterse al salón, lo jalé, pero esta vez metiéndonos ambos al baño de hombres.
— ¿Qué demonios pasa contigo? —
Le grité bloqueando la salida, mientras él rodaba sus ojos, cruzándose de brazos.
— Mira Millie, no tengo tiempo para hablar, ¿y tú? ¿qué haces aquí? ¿no deberías estar en tu clase? —
Me intimidé cuando me habló de esa manera, por lo que escondí mi dolor lo más posible. ¿por qué me trataba así? ¿qué había hecho mal?
Inevitablemente, sentí como las lágrimas inundaban mis ojos, y el castaño me miró ahora con una expresión de dolor.
— Oh mi pequeña bebé... —
Dijo ahora con una voz dulce, acercándose a mi para abrazarme por la cintura, comenzando a darme besos en el cuello.
¿Qué se pensaba que era yo?
¿Una tonta?
¿Una tonta qué lo dejaría irse sin explicación porque le dio los besos que tanto ella anhelaba?Sí.
Esa es la respuesta. Sí.
Golpeé fuertemente la pared, soltando un gruñido. En cuanto me recuperé de todo aquello, salí del baño recogiéndome el cabello, oyendo la campana del receso. No había hablado con mis amigas aún.
Cuando tome mi almuerzo, fui con mis amigas, Maddie, Lilia y Rebecca, quienes ya estaban sentadas en nuestra mesa.
Les di una sonrisa dulce, viéndolas con alegría.
— Hola chicas ¿qué tal la clase de matemáticas? —
Me miraron sorprendidas, o más bien, miraron hacia atrás, me sentí confundida. Por lo que dirigí mi vista hacia donde ellas lo hacían.