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El joven se encontraba fuera de su escuela, apenas a unos cuantos metros de la salida. Su grupo de amigos se encontraba a su alrededor, eran bastantes personas y de no ser porque su vestimenta era impecable, cualquiera podría pensar que se trataba de una banda de delincuentes.

Reían de cosas estúpidas y también bailaban al ritmo de canciones con letras no muy lindas. Hacían esa clase de tonterías que cualquierahace en la adolescencia.

Al adorable Park Jimin eso no le molestaba. Él solo reía de lo que hacían sus amigos sin ser partícipe de sus locuras.

Pero, se encontraba más callado de lo normal y eso lo notaron un par de sus
compañeros.

– ¿Que tienes, Jimin? Siempre eres el primero en pararse a bailar reegeton apenas suena la campana – dijo su amiga
Lisa poniendo una mano sobre su hombro, sacudiendo el cuerpo del castaño bruscamente.

– Estoy bien... Solo que ya quiero llegar a mi casa, hoy fué un día pesado –

Una parte de lo que dijo era verdad. Él se moría por llegar a casa pero no precisamente porque estuviera cansado.

La verdad era simple, pero vergonzosa para él. No era algo que pudiese decir así
como así frente a sus amigos.

Jimin estaba algo enfermo desde la mañana.

O antes, quizá.

Había pasado la noche en vela ya que cada que se recostaba a tratar de dormir unas fuertes náuseas lo azotaban, y aunque seguía sintiendo el malestar, su estómago ya se había vaciado por completo.

No estaba seguro de que fué lo que causó todo. El día anterior había sido igual que los otros, no hubo ningún cambio en su
rutina.

Salía de casa temprano, desayunaba un pan con mantequilla en el camino y luego tomaba sus clases hasta la una de la tarde. Al salir de la escuela pasaba una hora divirtiéndose con sus amigos y luego iba a la cafetería de la calle Tauro. Iba diario, así que para ese punto, ya ahabía probado  todo el menú, pero generalmente no salía de los tres mismos platillos. Prácticamente comiendo lo mismo de siempre, volvía a su casa caminando y el resto del día lo pasaba haciendo tarea hasta que llegase su madre del trabajo. Ella preparaba la cena y luego de estar una hora con su hijo hablando de las cosas que pasaron en su día, ambos iban a dormir, para repetir todo al día siguiente.

Solo eran ellos dos y no se veían más que una o dos horas al día.

Y por más que trataba de pensar, Jimin no lograbacomprender que fué lo que le hizo daño.

Se despidió de sus amigos usando la misma excusa que le dió a Lisa, y aunque
pensó que lo mejor sería saltarse la comida, decidió que quizá podría intentar
comer algo. Las náuseas eran leves, y aparte su cuerpo necesitaba algo de energía.

Así que, caminando sin prisa, fué al sencillo restaurante al que siempre iba y se sentó en una mesa esperando la llegada del mesero, notando que se trataba de un chico nuevo en cuanto se le acercó.

– Buenos días! ¿Ya ha decidido que ordenar?– lo saludo con una sonrisa,
manteniendo la pequeña libreta y pluma cerca de su pecho, listo para comenzar a escribir.

– Si, solo me gustaría una sopa de fideos con pollo– Jimin le devolvió la sonrisa con algo de pereza y a unos momentos antes de irse el mesero, se decidió a preguntarle
por su nombre. – Usted es nuevo en el pueblo, ¿verdad? Nunca antes lo había visto, ¿como se llama?–

El más alto le sonrió amablemente, y respondió su pregunta con un leve color rojizo en sus mejillas.

– Me llamo Kim Seokjin, es un placer conocerte!–

– El placer es mío, mi nombre es Jimin, soy un cliente habitual así que probablemente nos veamos muy seguido por aquí –

Vió al más alto asentir y después de eso se fué a atender al resto de los clientes.

Descubrió que mágicamente sus dolencias se habían esfumado de un momento a otro. Ahora se sentía lo suficientemente bien como para disfrutar de su comida, y eso fué justamente lo que hizo en cuanto Seokjin dejó su pedido en la mesa.

– Gracias!– sonrió Jimin para después comenzar a comer, disfrutando cada bocado como nunca antes.

Era un sabor diferente. Quizá un tanto más salado que de costumbre, pero delicioso. Pensó que quizá modificaron un poco lareceta agregando o quitando algún ingrediente.

No le dió muchas vueltas al asunto. Solo se dedicó a seguir comiendo hasta dejar su plato vacío.

Seokjin llegó poco tiempo después para llevarse su plato. Le dió una buena propina y luego de despedirse de su  nuevo amigo, salió del local para dirigirse a casa.

Se sintió tentado a desviarse un poco de su rutina e irse un rato a pasear por su cuenta, sin embargo, la idea de quedarse solo consigo mismo no le resultaba agradable.

Aún si se queda sólo en casa, su mente se concentra en hacer la tarea. Pero estar solo sin nada que hacer es diferente. Sin nada que lo distraiga, se sumiría en oscuros y horribles pensamientos, que a su vez lo harían regresar a la pregunta que lo hace llorar cada noche.

"¿Fue mi culpa?"

No puede escapar de sus pensamientos, de alguna forma siempre llegan a joderlo.

Durante una clase aburrida. Cada que acaba sus deberes... y sobretodo en el momento en que  intenta conciliar el sueño, tendido entre las sábanas y con la mirada fija en el techo de su habitación en espera del llamado de Morfeo.

Siempre es la misma tortura. Porque él sabe muy bien la respuesta a esa pregunta y aún así, una pequeña parte de su ser se niega a aceptar que él único culpable de las desgracias de su madre es él.

Y sí, volvió a pensar en aquello durante su camino a casa... Pero para bien o para mal, algo le había hecho olvidar todo de golpe.

Una punzada en el pecho, y nuevamente las náuseas.

Sintió el sudor frío bajar por su frente y se tambaleó en un intento de seguir caminando, pero sus malestares solo empeoraban. Se apoyó en el muro de una
casa y soltó un leve jadeo de dolor cuando la molestia se expandió por todo su brazo izquierdo.

Puntos negros nublaban su campo de visión, encontrándose a si mismo completamente solo en la calle. Pensó
que moriría ahí mismo... Pero no mucho después sintió una mano firme sobre su hombro.

– ¿Se encuentra bien?– preguntó él hombre a sus espaldas, con una voz gruesa y potente. Tardó en reconocerlo, pero al darse vuelta lo logró.

– O-oficial Namjoon...– Tartamudeo, sintiendo sus piernas fallarle. Cayó al suelo, y no logró ver nada más que el rostro preocupado del hombre recién nombrado.

Estaba adormecido, pero aún conciente. Tenía los ojos entreabiertos, y temblaba, se negaba a rendirse así que usó toda su fuerza de voluntad en no desmayarse.

El oficial Namjoon es el ángel guardián del pueblo, está seguro con él y hará todo lo que esté en sus manos para salvarlo...

O al menos, eso fué lo que pensó el inocente Park Jimin momentos antes de que nadie más volviese a saber que fué de él.

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