No le conté a nadie lo sucedido, aunque era muy tentador hacerlo, sobre todo a mi mejor amiga Melanie, como había engañado a esos idiotas. Pero aun así continuaba con el temor de que hayan podido encontrar mi dirección y teléfono. Por eso en los días siguientes estuve muy al pendiente cuando el teléfono sonaba.
El sábado mientras me miraba en el espejo (mi ocupación favorita según mi mama) me engañe a mí misma. En verdad era una tonta, atraparan cada día a muchos, ya se habrán olvidado de mí.
Luego me puse a elegir algo que me sentase bien y no me hiciese parecer gorda. Era una acomplejada. Según mi madre tenía un cuerpo muy lindo, que no tendría por qué envidiarle nada a nadie. Pero es mi madre y para todas las madres sus hijas son perfectas.
Me senté en el sillón de mi sala y me puse a ver un videoclip e inmediatamente decidí llamar a Melanie.
-¿Vas a ver a ya-sabes-quien?- me pregunto.
-Sí y espero que para variar él también me vea a mí. Parece como si no se diera cuenta de que existo.
-Pues haz algo ___, tú da el primer paso.
-Me pasara lo de siempre, cuando tenga a Luke delante de mí no poder articular ninguna palabra.
Esta conversación había originado un nuevo ataque de inseguridad y una nueva comprobación en el espejo de mi cuarto. Me acerque al espejo y examine mi rostro. Tenía unos hermosos ojos color avellana, una boca con labios gruesos y una nariz perfilada. Sabía que mi cabello me lo envidiaba más de una. Era castaño, largo y ondeado en las puntas, hasta la altura de mi cintura. Entonces porque en conjunto carecía de atractivo. La mayoría de mis compañeras con un simple juego de pestañas lograba atraer a los chicos ¿Cómo lo hacían? Tenía 16 años y no había tenido ni un solo novio.
El sonido del teléfono me saco de mis pensamientos y corrí a contestar, ya que el único teléfono estaba en planta de abajo.
-___ , soy tu hermano favorito- me saludo la voz de Calum
De hecho, era mi único hermano, era tres años mayor que yo, y aunque ya no viviéramos juntos siempre estábamos en continua comunicación y lo quería mucho, pero siempre existían las típicas peleas de hermanos.
-¿Te gustaría venir al taller esta tarde?-
¿Ir al taller? ¿Si me gustaría? Por supuesto, estaba muy impaciente por ir y ver de nuevo a Luke. Luke el incomparable, Luke el adorable.
-Bueno ¿Dónde quedamos?- le respondí
Calum me había llevado 2 veces al taller de literatura, pero aun no me sentía capaz de aparecer sola., en aquel lugar lleno de humo, donde los chicos y chicas discutían sobre literatura.
-Café Central, a las seis. Se puntual, monga.
¡Bien! Me prometí que hoy sería el día en el que me mandaría a Luke, ya saben trataría de hablarle.
De nuevo en mi cuarto pose mi mirada en el frasquito de perfume, Strong, que tan cara me había salido. ¡Me había gastado todos mis ahorros en el! Había llegado el momento de probarlo.
Lo destape y me lo acerque a la nariz.
Nada
¿Nada? ¿Cómo era posible? ¿Por qué el *beep* perfume no olía absolutamente a nada?
Lo agite y me lo acerque nuevamente a la nariz.
Una ligera espiral de humo comenzó a surgir del frasco, inundando toda mi habitación.
Solté un grito, dejándolo sobre el tocador.
El humo se hacía cada vez más intenso, crecía, que apenas podía observar el espejo que se encontraba frente a mí.
Un figura muy pequeña d movimientos mu rápidos apareció entre el humo. Iba vestido de verde y era una especie de cruce entre Peter Pan y Robin Hood, de no más de 20 o 25 centímetros de altura.
-Gracias por sacarme, ___- dijo haciendo una pequeña reverencia.
-¿Que...quien eres tú?- Estaba demasiado nerviosa, no podía articulara muy bien las palabras.
-¡Sorpresa, Sorpresa!- me respondió el duendecillo, o lo que fuera que fuese.
-Es una broma ¿no?- Tartamudee. Lo miraba muy desconfiada, esto no podía estar pasando-- ¿Quién está escondido por aquí?
-No hay nadie más, solo yo, el genio.
-Un genio, de esos que conceden deseos
-Ah, ya veo que te interesa.
-¿Podrías conseguirme un pony? ¿O hacerme una chica más linda? O.... ¿Cuántos deseos puedes conceder? ¿Tres?- Le hice miles de preguntas, ya que me había quedado un poco traumada.
-Tres deseos- asintió el genio. Te recomiendo que los medites muy bien antes de formular cada uno de ellos.
-¿Entonces va en serio? Si, lo pensare despacio, no tengo porque precipitarme. Tres deseos como en los cuentos. No se por dónde empezar.
-Tomate tu tiempo- me dijo el genio, que se encontraba sentado en el borde del tocador- Yo no tengo prisa. Como comprenderás, me gusta más estar fuera que dentro del frasco
- Es una decisión difícil- le increpe- Ponte en mi lugar...
-De acuerdo, deseo concedido
De pronto, me encontré dentro del frasco.
-¡EH! ¡SACAME DEL FRASCO!- grite.
-¿Seguro? Tu primer deseo ha sido "ponte en mi lugar", y ya me he puesto; a cambio; claro, te pongo a ti en el mío. Si ahora quieres salir, ya van dos deseos.
- ¡NO PUEDES HACERME ESTO!- Ahora si estaba realmente furiosa. Podía observarlo a través del cristal rojo. Desde luego había sido una estúpida al no medir mis palabras.
Por favor- le suplique- No me asustes. Yo te he sacado del frasco. No merezco esto.
Al momento siguiente, ya me encontraba otra vez fuera.
-Bien, hasta aquí no cuenta. Esa ha sido una pequeña demostración de mis poderes. Una pequeña broma. ¿No te gustan las bromas?- me dijo.
-Esta me ha encantado- le respondí con sarcasmo. Estaba pálida del susto
De pronto llamaron a la puerta.
-___ la comida esta lista, baja antes de que se enfrié.
-¡Ahora voy mama!- En estos momentos agradecía que mi madre nunca entraba sin llamar antes. Me apresure a abrir la ventana para que el humo terminara de marcharse. Y luego me volví al geniecillo.
-Oye gracias por..., ya sabes. Ahora tengo que pedirte un favor. No un deseo, un favor ¿Te importaría volver a meterte ahí de momento? Te doy mi palabra de que te sacare pronto. Compréndelo si te dejo por mi cuarto y mi madre te ve, le dará un paro cardiaco- le pedí de la manera más suplicante que pude.
-De acuerdo. Ten presente que no puedes hablar a nadie de mí.
-¿Estás de acuerdo? ¡Gracias! Meteré el frasco en un cajón. Estarás bien y mientras yo pensare ms deseos.
El geniecillo entro en el frasco tan rápido que no pude explicar cómo era que lo hacía. Lo cierre con su tapita y lo guarde en el cajón de mi tocador, el cual cerré con llave.
Mientras bajaba parecía que estaba flotando.