Nuevo hogar / Capitulo II

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Selena

Un putrefacto olor se colaba dentro de mis fosas nasales, se sentía que ya llevaba tiempo oliendo así. Pequeños susurros se escuchaban en la lejanía, no obstante parecían acercarse cada vez más. Traté de removerme pero unas frías cadenas tiraban de mis tobillos. Abrí los ojos pero no veía nada, todo el lugar se sumergía en una oscuridad total, los susurros callaron. Con mis manos traté de jalar las cadenas, era absurdo pero seguí haciéndolo.

– Shhh – me dijeron, dejé de jalarlas. Forcé a mi vista para que enfocará algo, una vez acostumbrada distinguí tres cuerpos en el cuarto, todos se arrinconaban en la esquina frente a mí.

– ¿Hola? ¿Quién está ahí? – susurré en voz baja, aquellas personas se arrinconaron más – no les haré daño.

No sabía quienes eran y mucho menos cuánto tiempo llevaban ahí pero no quería alterarlas, el estado en el que se encontraban era desconocido.

– Eres carne nueva – susurró la voz de una mujer, mis vellos comenzaron a erizarse.

– ¿Disculpa? ¿Quién eres?

– Me llamo Alia – murmuró con voz apagada – ellas son Chelsea y Loren.

– Soy Selena, ¿Dónde estámos? ¿Quienes son esas personas? ¿Cuánto tiempo llevaban acá? – ataqué con preguntas, la chica suspiró.

– Estamos en Texas, aquí hay más comercio con la Ciudad Juárez. Son traficantes, no solo de drogas, también de personas. No puedo decirte con exactitud el tiempo.

¡Texas! Esto no puede ser. Estábamos en Washington. ¿Cuánto tiempo llevaban inconsciente? ¿Cuánto tiempo estaría aquí?

– El día que me secuestraron era 13 de octubre de 2019

– Oh, entonces llevamos tres años aproximadamente – dijo con melancolía.

Tres años es muchísimo tiempo. ¿Que habrán vivido? ¿Cuánta cosa no les ha hecho estas personas?

Un nudo se formó en mi garganta y las lágrimas bajaron quemando mis mejillas. Mamá, papá, Aliyah, Calum, todos mis amigos y familiares estaban a miles de kilómetros, ninguno sabía dónde estaba, con quién y por qué me habían llevado. Pero siempre hay fallos en los mejores planes así que esto debe tener salida.

Esperanzada me puse de pie y comencé a tocar cada cosa a mi paso para distinguir, pero solo habían cuatro paredes y oscuridad.

(...)

Ya habían pasado unas tres horas, en todo ese tiempo había conversado con las mujeres. Todas eran buenas personas que no se merecían todas las crueldades que habían vivido. Cada una dió detalles de cómo fue su vida;

Alia era rubia y de ojos verdes, estudiaba medicina en Seattle y era hija única.
Chelsea era morena, pelo rizado oscuro y ojos ámbar, ella estudiaba lenguas modernas en California. Y Loren era pelirroja, de ojos claros y pecas en las mejillas, estudiaba danza en Miami. Por último estaba yo, cabello negro, lacio y ojos azules. No tenía nada en particular, no tenía nada especial a comparación de ellas, pero aquí estaba, encerrada en este repugnante lugar.

La puerta metálica se abrió de repente provocando un crujido, una ligera luz roja entró mostrándome algo desagradable: habían jaulas afuera y por si fuera poco, las chicas estaban semi desnudas, desnutridas y sucias. Mi corazón dió un vuelco al ver tal escena y más lágrimas se empezaron a juntar en mis ojos.

– Hola, bonita– mencionó el jefe. Tragué duro al ver como se me acercaba – ¿Cómo están tratandote? ¿Son buenas niñas? – asentí con rapidez, no quería meterlas en problemas. Sonrío contento pero rápidamente frunció el ceño al ver las cadenas frías.

– ¡Bob! – gritó asustandome, el guardia llegó de repente y se paró con formalidad.

– Si, señor – el pelinegro le envió una mirada fría y señaló las cadenas, Bob arqueo una ceja al ver el descontento.

– Esas malditas cadenas no deben estar ahí, ella es una invitada especial –reclamó molesto.

Madre mía. Si yo era especial, cómo le iría a los que no.

– Es por seguridad, señor. Ella podría escaparse de aquí – una sonora carcajada brotó del jefe.

– No seas estúpido Bob, ella no escapa, ella sabe que pertenece aquí. Ahora suéltala y súbela a mi recamara – el guardia fornido asintió y guío al jefe a la entrada. Se volvió hacia mí y con brusquedad quitó las cadenas de mis pies.

– Camina, linda – sujetó mi codo y me guió hasta la puerta. La luz roja se intensificó cegandome un poco. Se detuvo un momento y cerró la puerta metálica.

Mi mirada captó varios artefactos de tortura y objetos con los que se podrían defender si no fuera acribillada justo ahora. Seguimos caminando y subimos por unas escaleras de madera indicando así que nos encontrábamos en el sótano. Bob empujó la puerta y pronto nos encontramos dentro de la casa caminando por un pasillo. Llegamos a la sala de estar. Parecía otro mundo. Todo era blanco y estaba limpio, habían varias plantas colocadas en los muebles rústicos. Una bonita sala azul con detalles plateados complementaba el gran lugar. Un gran candelabro alumbraba la estancia.

Seguimos y pronto nos vimos en otras escaleras en forma de caracol. El piso parecía tablero de ajedrez por como los colores estaban intercalados en blanco y negro. Llegamos al segundo piso, habían varias puertas blancas, todas parecían estar cerradas con llave a excepción de una. Bob me empujó hasta ahí.

– Te quedarás quieta y no tocaras nada. No hagas cosas estúpidas que pongan en peligro tu vida, de todas formas yo estaré afuera – asentí de manera dudosa.

– ¿Cómo se llama? – pregunté refiriéndome a su jefe, Bob entendió al instante.

– Su nombre es Edward Langel, siempre refierete a él como señor a menos que el indique lo contrario.

No dije nada más, entré a la habitación. Era espaciosa y muy linda. El piso era de madera oscura, la cama era de tamaño King size y las sábanas azules la cubrían. Unos pequeños buros le acompañaban. Había un mueble mediano en el que había una pantalla plasma, un DVD, un stereo y una consola de videojuegos. Todo de color negro. De lado izquierdo se observaban puertas corredizas de un closet, frente a mí había una ventana de piso a techo corrediza con cortinas color blanco. Una puerta color hueso se encontraba junto al mueble.

Todo el lugar tenía un agradable olor a limpio y a loción varonil. No me esperaba esto de alguien como él.

La puerta de lo que parecía ser el baño se abrió con suavidad y de ahí salió Edward dando zancadas extrañamente elegantes. Sonrío cuando nuestros ojos se encontraron.

– Bienvenida a tu nuevo hogar.

RaptadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora