Prólogo

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Las noches eran frías como un iceberg.
Las heridas en mi piel ardían como un bombón en una fogata de Diciembre.
Las esperanzas de salir libre se derretían como un copo de nieve en verano.

Lo que quedaba de mi era tragado por un agujero negro producto de todos los castigos y el sufrimiento que me causaban en ese oscuro sótano con un putrefacto olor. El tiempo parecía ir lentamente pero no significa que no transcurría y mi piel era testigo de eso.

Las lágrimas que surcaban mis mejillas parecían agotadas hasta nuevo aviso. Mi cuerpo casi anemico perdía la sensibilidad y mi garganta parecía ponerse de acuerdo con mi cerebro para jamás volver a emitir alguna palabra.

Todo estaba perdido
Hasta que llegó él ...

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