Parte I (editando)

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"Normal."

                       Del lat. normālis. 3. adj. Dicho de una cosa: Que, por su naturaleza, forma o magnitud, se ajusta a ciertas normas fijadas de antemano.


Padres amorosos, un hermano adorable, una casa lujosa, de los mejores promedios: una vida normal, muy buena incluso... o eso es lo que cualquier persona diría al conocerme. 

Todo comenzaba y terminaba con él.

Aaron.

Una noche estaba viajando en coche con mi hermano, volviendo a casa de un cumpleaños, y un par de horas después desperté en una cama de hospital con un chico de bellos ojos celestes mirándome ansioso.

"Un accidente de auto", decía la policía. Que había perdido el control y había dado a una gran velocidad contra un negocio. No podía recordar que había sucedido, los únicos fragmentos que mi mente recuperó fueron unos faros blancos encandilando mi vista y luego el grito de mi hermano menor. Según los médicos, es un milagro que sobreviviéramos, que, por como quedó el auto, no deberíamos haber podido salir antes de que el auto explotara. Si, el auto explotó. Y nosotros estábamos a un par de metros medio inconscientes en el suelo.

Tengo otro recuerdo de esa noche que guardo para mi, al menos desde que noté que soy la única que puede verlo: Aaron, ayudándome a salir del coche con Will en brazos. Hoy en día no entiendo de donde saqué la fuerza para moverme de allí, siendo que luego pasé dos semanas en el hospital haciéndome estudios y curándome de varias fracturas.

Mis padres creyeron -junto con el diagnóstico del psicólogo- que era un amigo imaginario inventado por el trauma del accidente y más de una vez me creí loca por ser la única que podía verlo. Deseaba que fuera una broma, que de golpe me dirían que en realidad si podían verlo y que solo estaban jugando con mi mente, pero no era así. Ahí fue cuando decidí no volvería a nombrarlo, que Aaron se volvería mi secreto.

— ¿Cómo te fue hoy?

Luego de dejar mi bolsa sobre la silla del escritorio me recosté sobre mi cama, permitiéndome esa pequeña siesta donde podía cerrar mis ojos un par de minutos antes de que reclamaran mi presencia en la cocina.

— Como todos los días. —Murmuré, soltando un lento suspiro ¿Me dirían algo si durmiera media hora?— Debo ir a casa de Felix, tenemos que terminar de una vez por todas ese proyecto o no podré presentarme al examen.

— ¿Por qué no lo invitas a casa? Siempre debes ir allá y sé que te cansa el viaje.

Cubrí la luz del foco utilizando mi brazo como antifaz, preparándome mentalmente para otra discusión. Desde que Aaron estaba conmigo había decidido no volver a invitar a nadie. Había una cualidad propia de él que no terminaba de comprender. Era muy celoso, más de lo que me gustaría admitir. Aunque en parte le entiendo: soy la única persona que tiene. Cuando estoy en la universidad o en alguna actividad fuera de casa Aaron está completamente solo. Cuando le pregunto que hace contesta que durmió toda la tarde pero sé que es mentira. Él no puede dormir, puedo escuchando tararear la misma canción por horas en los días que el sueño decide no llegar a mi.

Aaron.

— No haré nada, lo prometo. 

Mis ganas de discutir eran nulas. Reuní fuerzas y, de una forma bastante vaga, dejé mi bello intento de siesta a un lado y, bufando por lo bajo, me dirigí a la cocina. Podía adivinar que Aaron estaba sentándose frente al periódico que mi padre dejaba en la mesa antes de irse a trabajar. Coloqué dos rebanadas de pan blanco en la tostadora, serví jugo de naranja y 

Un Amigo "Especial"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora