Parte II

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Desperté.




Mi vista estaba borrosa. No lograba acostumbrarme a la poca iluminación de la habitación en la cual me encontraba. Apoyé ambas manos en el sucio y frio piso, me empujé e hice un intento —fallido– de levantarme. La segunda fue la victoriosa. Mire a mí alrededor, ese era mi cuarto. Pero no era como antes. Todo estaba muy oscuro. Las cosas estaban tiradas por todos lados. Parecía que alguien hubiera entrado a robar y hubiera tirado todo... O como si un tornado hubiera arrasado la habitación.


Me levanté repentinamente. Un mareo me golpeó como las olas a una roca en el mar. Logré sostenerme de la pequeña mesa que estaba junto a mí. Sentía pequeños puntadas en mi cabeza. Al observar mi cuerpo pude notar el vestido blanco que estaba vistiendo. Era como una pequeña túnica medio manchada. Caminé hasta la ventana y tiré las cortinas abajo. Mala idea. El polvo inundó la habitación por completo dejándome sin respiración por unos segundos. El vidrio de la ventana estaba roto y ésta, abierta. Volví a mirar a mí alrededor.


— ¿Qué sucedió aquí?


Avancé a través del desorden. Todo se veía roto, viejo, abandonado. Mis pies, desnudos, pisaban los vidrios pero no lograba sentir ningun dolor. Al llegar a la puerta la abrí y un golpe de recuerdos me recorrió.


— Will. – Bajé las escaleras y grité: — ¡Will!


— ¡Veamos televisión, Elle! – Escuché desde el living. Era la voz de mi hermano diciendo mí apodo. Salté el último escalón pero me tropecé y caí de frente. Por alguna razón mi cuerpo me pesaba más de lo que recordaba. Me paré como pude y corrí hacia la puerta del living. Este estaba igual que apagado que mí cuarto, polvo, mucho polvo, todo estaba cubierto por una pequeña capa de un gris abandonado.


— ¡Will!


Lo que sea que estaba ahí esa noche no era mi hermano. Una silueta brillosa con la forma de mi hermano descansaba inmóvil en el sillón de mi padre. Recordé cómo él siempre nos gritaba cuando utilizábamos el sillón. Ese era su lugar de buena suerte. No dejaba que nadie lo tocara, excepto —obviamente— él. Supongo que adivinarán que sucedió ese día: Mi hermano se sentó para ver unos programas y mi padre llegó. Él le pegó. Interferí, pero solo logré que me pegara a mí también. Sacudí mi cabeza para olvidar esos horribles recuerdos. Me acerqué a la silueta luminosa lentamente. Esta no se movía ni un centímetro. Mi mano ya estaba muy cerca de tocarla cuando... Se desvaneció. No miento, la silueta luminosa empezó a deshacerse lentamente. Empezó a separarse en pequeños fragmentos, pequeños trocitos de luz, pequeñas luciérnagas, hasta desaparecer en el aire.


Me alejé torpemente del sillón y caí gracias al pequeño escalón que separaba al living del comedor. Un nuevo grito me despertó como un vaso de agua fría.


— ¡Cállate! ¡¿No ves que estoy ocupada?!


— Mamá.


Me paré nuevamente. Un nudo se formó en mi garganta impidiendome caminar, no sabía de dónde provenía la voz pero estaba segura que era de la oficina de mi madre. En efecto así fue. Al llegar a la oficina encontré la misma silueta luminosa. Esta estaba con un teléfono en la mano y parecía que le estaba gritando a alguien.  La habitación estaba como las anteriores. Todo estaba con polvo y telarañas. Volví a contemplar a la silueta y recordé perfectamente esa situación.

Un Amigo "Especial"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora