Cap 1

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- 010063, 010067,010072, 010079.....

Fátima buscaba su código de postulante en el gran panel que se alzaba frente a ella, estaba muy nerviosa porque de a pocos comenzaba a preocuparse de no ingresar, se había esforzado tanto en estudiar para el examen y ahora lo único que importaba era si el resultado de esas noches de desvelo era satisfactorio, ingresar a esta universidad podía cambiar su vida para siempre considerando que es la mejor en todo el país, ser aceptada de por si ya era un logro y graduarse, un sueño casi imposible si no le pones las ganas necesarias. 

- 010083, 010095, 010099....

Y ahí estaba, su código estaba ahí con su nombre al lado, tantos esfuerzos si habían valido para algo, finalmente una cosa si le había salido bien. Al igual que las personas a su alrededor, comenzó a saltar de la emoción y gritó su alegría a los cuatro vientos hasta que sus pies ya no le daban para un brinco más. Se dirigió a la salida del recinto para ir a su casa, mientras buscaba en su celular en el bolsillo de su casaca, tenía tantas ganas de decírselo a su madre que marcó su número primero, no le resultó extraño cuando no le contestó la primera vez, volvió a intentarlo y fue lo mismo, la tercera vez se deprimió bastante y una vez más le resultó muy raro que no cogiera el móvil, siempre estaba pegada a él como si su vida dependiera de ello y ahora no le contestaba una simple llamada, no se preocupo mucho y decidió llamar a su padre, luego de cuatro veces fallidas guardó su celular frustrada, tenía tantas ganas de decirles que por fin había ingresado y ahora no podía por un simple capricho del destino. Sin embargo, eso no iba a arruinarle el día, era tanta su felicidad que le quito importancia al asunto, ya les diría después cuando llegara a su casa. Pasó la parada de autobus en la que tenía que parar y siguió de frente, debía ver a alguien antes de regresar. Caminó durante un largo rato hasta que llegó a una zona algo arruinada donde vendían flores, se paró frente a la puerta enrejada frente a ella y leyó las letras que claramente anunciaban su destino.

- Fátima, mi niña viniste de nuevo.

La voz aguda de aquella mujer la sacó del trance en el cuál se encontraba, al girar el rostro vio a una anciana de cabellos rojizos acercarse a ella con un ramo de flores mientras sonreía, provocando que sus arrugas desaparecieran de forma momentánea.

- Señora Marta, un gusto verla de nuevo.

- El gusto es mío querida, y dime ¿cómo te fue en el examen?

- Logré ingresar

- ¡Qué bueno mi niña! ¡En verdad te esforzaste mucho en estudiar¡ Y eso que ingresar a la primera no es sencillo, mucho menos para una institución de ese nivel, incluso dejaste de venir por varias semanas.

- Sí, en verdad lamento tanto haberlo dejado solo por mucho tiempo, ni siquiera pude traerle las flores yo misma como siempre hago...

- No te preocupes querida, yo me encargué de eso tal y como me pediste, de hecho iba a dejarle estas azaleas porque pensé que no vendrías hoy.

- No, como cree, tenía que decirle sobre esto yo misma el día de hoy fuese como fuese.

- Entonces, ¿no te molesta que te acompañe unos minutos?

- No, para nada, pero ¿qué pasará con su puesto? Seguro perderá muchos clientes...

- No te preocupes por eso, además quiero verlo cuando le digas la gran noticia.

- Bien, entonces será mejor que nos apresuremos, después de todo no tengo mucho tiempo.

Ambas caminaron en dirección al monte que se podía apreciar en el centro del cementerio, tenía un bello ángel esculpido en mármol y abajo estaban las inscripciones:

No era mi planDonde viven las historias. Descúbrelo ahora