Capítulo I: Primer suspiro

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No se podía mover, llegó a esa conclusión una vez trató de hablar con el castaño. No pudo mover su mandíbula, no pudo mover su lengua, no pudo acceder a su caja de voz, no pudo hacer nada... sólo pensar y pensar, lo único que había hecho desde que despertó.

Como era de imaginarse el castaño ahogó un grito de sorpresa mientras abría sus ojos como platos, para después salir tan de repente como entró. Desde entonces Golden estaba esperando que él o alguien, el que fuera, volviese a entrar por esa puerta y le brindara respuestas a aquellas preguntas que, con su actual condición, no podía formular.

Desde entonces ya había pasado alrededor de una semana, si su reloj interno no fallaba.

Él sólo quería respuestas, saber qué había pasado con sus antiguos compañeros, saber cuánto tiempo había estado inhabilitado y saber cuáles fueron las medidas utilizadas para el accidente. Puede que, al pasar de los días y ver que había sido totalmente ignorado, hubiese desarrollado un sentir parecido a la... ¿decepción? Parecía cómo si su pecho se encogiera y le molestaba, le incomodaba, odiaba ese sentir, aún más cuando se suponía que los sentimientos eran lejanos para él.

Pensando en todo esto y en la eterna soledad que le esperaba hasta el día en que sus engranajes decidiesen dejar de funcionar, en lo oscuro que se tornaba su futuro cuando antes era lleno de luz gracias a los niños, en lo eternas que se convertían las horas, en lo tanto que extrañaba su pasado; pensando en todo esto su pecho se fue hinchando inconscientemente, el aire fue tomando paso en sus pulmones y, en cuando menos lo pensó, soltó un pequeño suspiro, el aire escapando entre sus entrecerrados labios.

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Su hermano no estaba, lo cual era muy extraño tomando en cuenta que era su fiesta de cumpleaños, se suponía que el pequeño niño de cinco años debería estar en el patio de juegos jugando con sus amigos.

Al comienzo pensó que el pequeño había ido al baño, pero después de que pasara bastante tiempo descartó esta idea, por lo que después pensó que se había perdido tal vez buscando el baño. Creyó esto hasta que notó que los mejores amigos de éste tampoco se hallaban presentes, entonces pensó que se habían ido de aventureros por la pizzería y terminaron perdidos.

No perdió más tiempo y se dedicó a buscarlos. Pasó primero por los baños infantiles, ya que la idea de que habían ido allí y tal vez se habían quedado jugando aún rondaba por su cabeza.

No estaban, entonces decidió ir al baño de adultos. Tampoco estaban, para entonces la ansiedad había estado acumulándose en la boca de su estómago creando algo parecido a una masa hirviente de nervios. Siguió dando vueltas por la parte trasera de la pizzería con la esperanza de encontrarlos, fue así durante alrededor de quince minutos cuando finalmente se dio por vencido.

-Lo más probable es que ya hayan regresado y yo estoy aquí como un idiota buscándolos- Se dijo el castaño adolescente de dieciséis años para dedicarse a regresar a la sala principal del establecimiento.

Miró a su alrededor y, al notar que no tenía idea de dónde estaba, se dio cuanta de que estaba totalmente perdido. El pánico no se hizo esperar en ese entonces y, sumado a la ansiedad antes sentida, se sintió ligeramente mareado. Entonces se dedicó a caminar por el primer pasillo que se le presentara probando a la suerte encontrar el indicado, hasta que, en el quinto camino que tomó, se dio cuenta que había vuelto al punto de partida. Entonces, alzando los brazos, se dedicó a correr como loco gritando el nombre de su madre y su hermanito por si lo encontraban.

Iba a seguir así hasta que de resbaló con un charco de agua. Dirigió su mano a la zona mojada y se dio cuenta de que aquello era muy espeso para ser agua, por lo que dirigió su curiosa mirada al líquido derramado para darse cuenta de que tenía un inquietante color carmesí y un insoportable olor a hierro. Para entonces pensó que se iba a desmayar, eso era, sin lugar a dudas, un charco de sangre... era la mayor cantidad de sangre que había visto y no ayudaba que lo hubiese encontrado en un establecimiento para entretenimiento infantil.

Con la poca fuerza que tenía se puso de pie y, aún estando en una especie de shock, abrió la puerta por la que en su parte inferior escurría el charco.

De todas las cosas inquietantes que se pudo imaginar que había detrás de esa puerta, de todos los escenarios posibles que maquinizó su desesperada mente, nunca pensó encontrarse con su propio hermano y cuatro de sus mejores amigos tendidos en medio de diferentes charcos carmesí, cada uno pálido y con el rastro de su última expresión, una de sorpresa y terror, grabado en sus infantiles rostros. No pudo ni siquiera procesar el escenario con que se encontró, digno de una de esas películas de terror que tanto le encantaban a su padre y espantaban a su madre, cuando sintió un inhumano dolor atravesar su espalda y dirigirse a su pecho, para después sentir un espeso líquido resbalar por su abdomen y espalda baja.

No pasó ni un segundo para darse cuenta de su realidad: había sido apuñalado, no tenía que ser de más de tres dedos de frente para darse cuenta y, para su propia sorpresa, no tenía pánico o miedo, sólo sentía resignación, resignación porque no podía hacer nada al respecto, resignación por su muerte y la de su hermano, resignación por el futuro de su familia.

Fue entonces que perdió la fuerza en sus piernas y calló en un golpe seco. Sus párpados se volvieron pesados y su vista borrosa, lo último que pudo ver fue el cuerpo muerto de su hermano y a lo lejos alcanzó a escuchar la macabra risa de un hombre.

No supo qué pasó durante un largo lapso de tiempo, sólo veía una luz, una cegadora luz que poco a poco lo envolvía en su abrazador interior. Para cuando despertó, sintió sus párpados diferentes, no eran como la piel a la que estaba acostumbrado, ahora parecía de goma o algún material parecido a la goma, cuando decidió levantarse, sintió sus movimientos mecánicos y su cuerpo más pesado de lo usual.

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¡Última Hora!

Seis menores de edad fueron encontrados muertos en una de las bodegas de la muy conocida Pizzería: Fasbear's Family Dinner. Cinco de ellos no pasaban de los seis años. La comunidad está en protesta para el encarcelamiento del asesino y el cierre del local por supuesta complicidad con éste.

En el fondo de la escena, justo detrás del hombro derecho de la reportera, se podían ver un hombre y una mujer abrazados llorando desconsoladamente por la muerte de sus dos únicos hijos. 

In my Feelings||GOLDY||Where stories live. Discover now