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• 15 𝘥𝘦 𝘥𝘪𝘤𝘪𝘦𝘮𝘣𝘳𝘦 •
Detenerse a contemplar el cielo nocturno se había vuelto, en cierta manera, una novedad para Todoroki Shoto, quien no solía desperdiciar su tiempo en cosas tan insignificantes, según sus propias palabras. Siempre había priorizado las tareas que realmente lo llevarían a alcanzar su objetivo de convertirse en el héroe número uno; como arduos entrenamientos o estudiar para tener las mejores notas.
Era así como recordaba que solía ser la forma en que se dedicaba a forjar su vida; hasta que se hicieron presentes las primeras manifestaciones del invierno...
Había sucedido varias veces donde, al caminar de vuelta a los dormitorios luego de que el sol se hubiese ocultado, este se detenía a medio camino por alguna razón desconocida e, inconscientemente, desviaba la mirada hacia arriba para dejar que sus ojos divagaran entre la oscuridad del espacio infinito y las estrellas; y era solo cuando le parecía ver un destello de luz atravesando el cielo que se despertaba de su ensimismamiento y apartaba la mirada, ruborizándose, y advirtiendo hacia donde pretendían viajar sus pensamientos.
«Debe ser por las festividades», intentó autoconvencerse más de una vez, pero en el fondo, sabía que se trataba de algo más.
Ya eran varias las personas que se habían percatado de su inusual comportamiento; sin embargo, cuando alguno se atrevía a acercarse y preguntar si estaba bien, este solo asentía con la cabeza y respondía con su habitual expresión indiferente una respuesta evasiva, aparentando que todo estaba bajo control. Creía que si dejaba de darle vueltas al asunto, pronto lo terminaría olvidando, pero sus distracciones solo se volvían más constantes.
Como esa noche cuando, intentando estudiar para los exámenes, sentado frene al escritorio de su habitación en la academia, se vio absorto mirando a través de la ventana hacia el cielo nocturno de la ciudad, enfurruñado al solo encontrarse con enormes acumulaciones de nubes grises y neblina que se encargaban de esconder tras de sí las estrellas que tanto ansiaba mirar.
Suspiró y sacudió la cabeza, apartando la mirada del vidrio para posteriormente alargar el brazo y presionar sobre la pantalla de su celular, descubriendo que la hora ya pasaba la media noche.
Se empujó hacia atrás con las piernas y estiró los brazos sobre su cabeza, desperezando los músculos de sus extremidades, y luego se inclinó nuevamente sobre el escritorio, apoyando la barbilla sobre el puño, con el codo recargado sobre el mismo mueble. Su semblante se había vuelto en uno de fastidio.
Miró sus apuntes con irritación, puesto que al día siguiente tenía un examen importante y apenas comprendía lo que estaba leyendo. No podía darse el lujo de distracciones, y sin embargo ahí estaba, pensando en estrellas y sueños fugaces.
