Capítulo 4

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Penúltima parte.

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24 noviembre 1998.

—Y bien, ¿hoy recibes ayuda? — Luna se volteó sonriendo al escucharlo. Estaba de nueva cuenta, anocheciendo; era el horario más seguro para entrar sin llamar mucho la atención al hospital.

—Me gustaría, aún quedan cuatro. — el levanto ambas cejas con sorpresa. ¿Solo había atrapado uno desde ese día?

— ¿En serio? — sonrió divertido. — ¿Tan difíciles están? — habían sido frustrantes, pero no recordaba que fueran tan escurridizos.

—No, no mucho —ella respondió sin mirarlo. Ahora se sentía intrigado.

— ¿Entonces? —Estaba confundido — ¿Luna? —intentó de nuevo.

—Me gustaba atraparlos contigo. —Fue su respuesta, pareció suspirar y luego se giró hasta mirarlo a la cara — Realmente me gustaba ser tu amiga. Así que esperaba que volvieras. — pareció algo dudosa con lo último.

Él se quedó allí un momento quieto por la sorpresa, pero rápidamente empezó a sonreír. Eso sonaba bien.

—Amigos ¿eh? —Ella lo miró expectante. —me gusta eso. —notó que lo miraba con alivio.

—A mí también — la sonrisa de ambos fue grande. Quizá demasiado, pero se negó a pensar en eso.

—Entonces, aún tenemos planes con los mierdecillas. —susurró entre dientes, pensando en los colmillos con un cuerpo pegado a ellos.

—Theo, —parecía genuinamente sorprendida — no te había escuchado malas palabras.

—Que no las diga, —torció la boca —no quiere decir que no las piense. —alzo y bajo ambas cejas un par de veces, para diversión de ella.

—Es bueno saberlo. —Ella se acercó, invadiendo de nuevo sus espacio personal; cosa que aún lo incomodaba un poco—también tengo las mías —confió como un secreto.

— ¿En serio? —Sonrió curioso — ¿Cuáles? —sin haber sido muy consiente; ahora era él quien se había acercado.

—Las conocerás en su momento, —Luna se rio alejándose —por ahora hay que atrapar a los Chizpurfle.

Sonrió para sí mismo, pensando que había extrañado a las criaturas y a estar cazándolas con esa compañía tan peculiar.

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1 diciembre 1998

Claramente no podía estar allí todos los días, pero Luna había sido comprensiva con eso, y habían logrado nivelar las cosas; un poco, al menos.

—Vamos bola con colmillos, —Theo miraba ansioso al Chizpurfle acercándose a la trampa que había ahora; este como todos los demás se acercaba con una precaución un poco exasperante. —Solo cae.

—Cálmate. —Luna se reía por lo bajo mirándolo. Ambos estaban escondido con los ridículos sombreros de maleza en la cabeza, y un líquido extraño que hacía que las criaturas no los pudieran oler. Acción a la que se habían visto obligados cuando capturaron al tercero; las bestias se había vuelto más paranoicas y reaccionaban al más mínimo cambio.

—Si no cae, solo le lanzaré un hechizo. —Bufó molesto —Lo digo en serio.

—No lo harás.

—Bien, pero tiene que caer. — apenas había terminado de hablar cuando la criatura cayó en la trampa puesta, y ahora estaba encerrado en una botella de vidrio. —mucho mejor.

Orgullo de Serpiente 1: Una Luna para TheoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora