Los grandes ventanales daban a una transitada, llena de vida e iluminada calle de Londres, no importaba la hora que fuera. Las paredes decoradas con bonitos cuadros firmados por importantes pintores. En el salón se había apartado todo lo que pudiera molestar, la alfombra enrollada y relegada a una esquina por si caía bebida y los objetos más frágiles y valiosos habían sido guardados para que no se rompieran. Los altavoces difundían la música en el salón, donde se encontraban la mayoría de ellos. Era un apartamento grande, acogedor y familiar; a su madre le encantaba presumir de él ante sus visitas más que de cualquier otra cosa.
Le había dicho a su madre que sería una pequeña cena con amigos, pero ambas sabían que mentía al pronunciar la primera palabra. La respuesta había sido "que todo quede mejor de cómo lo he dejado" y ella le había perjurado que así sería. Le encantaba montar fiestas en casa, y quería seguir haciéndolo, aunque lo odiaba al mismo nivel; nunca se disfruta tanto como cuando vas de invitado.
Los compañeros de clase empezaron a llegar a partir de las siete y media, habían quedado a las siete pero a esa hora, es una norma no escrita, solamente van los amigos más cercanos para echar una mano y para hacer un poquito la previa. La música les envolvía aunque había quedado, más bien, en un segundo plano. Hablaban entre ellos en pequeños grupos, se reían, bromeaban, se servían las primeras copas de la noche y los fumadores ya habían salido a la terraza.
—¡Qué guapa estás! Esto que te has hecho en el pelo te queda genial. —Le acarició las puntas para luego darle dos besos casi in tocarse entre ellas. Cuando se alejó se acercó rápido a su mejor amigo. —Deberían demandar a su peluquera. —Le comentó en un susurro y de reojo observó de nuevo a la compañera de clase. —¡Hola! —Saludó a otra persona que entraba por la puerta.
Joanne, finalmente, consiguió cruzar la improvisada pista de baile. A cada paso que daba se detenía para saludar a alguien y hablar un par de minutos a pesar de que se habían visto esa misma mañana en clase. A ellos les parecía una eternidad. Tuvo que esquivar a un par de chicas que bailaban entregándose en cuerpo y alma antes de llegar a la mesa de las bebidas y poder coger algo para ella.
—¡Joanne! —Saltaron encima de su espalda efusivamente para saludarla. Al girarse, con vaso en mano y solamente el hielo, sonrió de oreja a oreja al ver a su mejor amiga Lena.
A Joanne siempre la asombraba la facilidad que tenía el pelo de Lena para ir por donde quería, incluso cuando lo llevaba recogido.
—¡Lena! Pero si dijiste que no ibas a venir. —La abrazó otra vez y beso su mejilla.
—Cambio de planes, la cena familiar se ha cancelado, mi tía ha tenido que ir a trabajar, una suplencia de última hora. —Contó encantada por el cambio. —Esto está mucho mejor que la cena. —Se rio. —Me encanta tu vestido, es precioso. —Hizo que Joane diera una vuelta sobre sí misma para poder verla bien.
—A mi tus botines, ya me los dejarás. —La abrazó una vez más.
—Claro, cuando se te encoja el pie un par de números. —Se burló. —Que te estás preparando, vamos.
Joanne se preparó un ginlemon mientras Lena era más jagger redbull. Ya con los vasos llenos estaban listas para ir a bailar. Se unieron al grupo de compañeros de clase que ya bailaban, las saludaron alegremente invitándolas a bailar con ellos.
Canción tras canción, el tiempo iba corriendo y la pista de baile se iba llenando y vaciando según la canción que sonara en ese momento y lo popular que fuera entre los adolescentes; había algunos que en ningún momento habían abandonado la pista de baile y lo habían dado todo en cada una de las canciones. La basura al lado de la mesa que hacía de barra se había cambiado una vez y los cubos de hielo repuesto tantas que se había perdido la cuenta. Muy pocas personas habían abandonado la fiesta hasta ese momento. Algunos compañeros se habían emparejado entre ellos y otros buscaban algo de intimidad. Eso sí, había fumadores que en ningún momento se habían movido de la terraza fieles a ella y los cigarros; otros, sentados en las butacas habían arreglado el mundo tantas veces como las que se habían rellenado los vasos.
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James en Ottery St. Catchpole
FanfictionEl mundo mágico y muggle nunca habían estado más distanciados y con reglas más estrictas. Mientras el mundo muggle habían ido avanzando; el mundo mágico se había anclado en el pasado férreamente. Parecía impoisble que llegaran coincidir.