Narra Shoyo
Miré el monstruoso plato que se encontraba frente a mí, observándolo con detenimiento. Pude sentir cómo mi garganta se cerraba y mis ojos luchaban para no humedecerse, estaba enfurecido. La enfermera me dio una mirada de soslayo mientras se retiraba, una mirada que lo decía todo "Cometelo o tendremos que usar la sonda". Aquella era su amenaza preferida. La sonda, un suero líquido lleno de calorías que era insertado por medio de un cable a lo largo de mi nariz. La primera vez que me lo pusieron, tuve nauseas durante todo el día, y lloré, lloré para que me lo sacaran, pero se negaron. Era horrible sentir como aquel líquido de ingredientes desconocidos ingresaba a mi organismo, y no había nada que yo pudiese hacer, excepto, comer. Si yo comía no habría forma de que me alimentaran vía sonda, y lo he estado haciendo toda esta semana, con esperanzas de ya poderme ir de aquí.
Sacudí mi cabeza, evitando esos pensamientos, definitivamente eso no volvería a pasar. Me levanté de la incómoda y ya muy usada cama. Debido a mi bajo peso no me permitían moverme por todo el centro, ni hablar con otros jóvenes. Imagino que es porque de cierto modo yo podía influenciarlos. Aquellos que tenían anorexia y un bajo peso debían estar en un piso aparte, en el que he estado yo por varios meses. Le he preguntado a los enfermeros cuando iría al otro piso, aquel donde hay jóvenes y sus voces retumban por varios pasillos, llegando a poder escuchar escasas partes de sus conversaciones. Ellos no me dijeron mucho, sólo que apenas tuviese un peso normal para mi altura ya podría estar con ellos.
Fijé mi vista nuevamente en el plato blanco, era enorme, pasta con salsa bolognesa, y de postre flan de chocolate. Mi cabeza rápidamente comenzó a analizar y hacer cálculos. La salsa tenía circunferencias amarillentas, un claro indicio de la cantidad de aceite y grasa que poseía. Con mi tenedor removí la carne roja, carne que no era cien por ciento magra. Fruncí el ceño todavía más molesto, pasta de harina blanca, ¿por qué no podía subir de peso con comida sana? Esto no era sano, no había ni verduras exceptuando la salsa de tomate calórica, no estaba proporcionado. Me cubrí la cara con mis manos, respirando con dificultad, frustrado de todo esto. ¡Ni siquiera me podía mover! Esto no estaba bien, todo se acumularía como grasa. Jalé mechas de mi cabello pelirrojo mientras trataba de convencerme, si no comía me pondrían la sonda, y la sonda era mucho peor.
Observe los fideos, nunca integrales, y con el tenedor tenso, enrollé un par pequeño y lo metí en mi boca, sintiendo intensamente el aceite y la grasienta carne que poseía.
Dividí el plato en cuatro partes, decidido a comer solo tres cuartos, y al resto esparcirlo. Cada mordisco era sufrimiento, yo no quería estar aquí, me estaba perdiendo la escuela, mi rutina diaria en casa, odiaba esto.
Desde que me habían ingresado, subí de peso, lo sabía. Lo podía ver, aunque taparan el espejo del baño con gasas y cinta, y lo podía sentir, cada vez que me movía, como si unas pesadas cadenas no dejaran de recordarme lo obvio, que había aumentado.
Comencé a tragar más rápido, dejando de pensar, queriendo acabar con esto de una buena vez, teniendo la falsa pero pequeña esperanza de que si no masticaba bien ni lo disfrutaba, tardaría demasiado en convertirse en tejido adiposo. Mi ondulado pelo no dejaba de entorpecer mi visión, y juré cortarme el flequillo en algún momento.
Abrí el papel film del flan, lo revolví con la cuchara, y lo dejé allí. Comencé a caminar por la habitación, con el fin de facilitar mi digestión.
Todo pasó muy rápido, la voz de un chico entraba con facilidad por mi puerta entreabierta. Estaba furioso.
-¡No voy a comer! -gritó molesto, despertando rápidamente mi curiosidad. Al parecer alguien más había sido ingresado a mi piso.
-Debes comer.- habló Greta, la enfermera de iniciación, y la encargada de llevar las bandejas.- Estas muy débil, Kageyama.- le recordó con una voz altanera.- Tu corazón podría detenerse en cualquier momento.
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¿Quién sacó mi té? ; Kagehina
Teen FictionKageyama vuelve a tener una recaída y llega al Centro de Trastornos Alimentarios de California. Hinata está allí desde hace meses, y no tiene mejoras. ¿Qué sucederá cuando el té de Kageyama sea sacado del microondas?