II.

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JongIn bebió el último trago de su bebida caliente y desechó el recipiente en un cesto de basura. Apretó su hombro y gimió, una sesión de masajes no le vendría mal. Era lo que se ganaba por dormir desnudo y con las ventanas abiertas de par en par, ya estaba viejo para descuidarse de esa forma. Mas no podía evitarlo, aunque aún no llegaba el verano, los grados se iban sumando a la temperatura y JongIn ya se sentía en el infierno.

Inhaló el puro aire de la mañana. El olor a sudor y loción de afeitar llenó sus pulmones y volvió a gemir. Pasaba por la entrada del gimnasio instalado en el edificio de la empresa, los jadeos de esfuerzo eran un delicioso estímulo para sus perversiones. Do KyungSoo tenía que ser el único allí ejercitándose.

Hmn, maravillosa coincidencia.

Apreció los músculos de la espalda hincharse al contraerse, el sudor en el torso desnudo le vestía la piel como glaseado, semejante a una rosquilla, o alguna mierda así pensó JongIn.

JongIn ni siquiera se percataba que avanzaba hacia él con el sigilo de un felino acechando a su presa, observando detalladamente la carne del humano, meditando qué parte debería comer primero. Cada vez que KyungSoo flexionaba los brazos, el short deportivo se sacudía en su impresionante culo redondo. Si así era el espectáculo trasero, no quería ni imaginarse como sería en la parte delantera.

Las gotas de sudor que nacían de su nuca bajaban por el camino ahuecado de su columna, sintiéndose desafiado a lamerlas. Las gotas lo guiaron a un tatuaje en la curva de la espalda baja: una serpiente enroscada en una manzana tatuada con tinta roja. JongIn escaneó el tatuaje al estilo chino con curiosidad y sonrió. El artista responsable había realizado un excepcional trabajo.

KyungSoo bajó la pesa al suelo y giró de sopetón sintiendo una presencia detrás. Al hacerlo, inició una brisa inundada con su aroma corporal, intensificado por la transpiración. Sus pulmones se llenaron de júbilo.

El cabello empapado, los labios hinchados, la cara enrojecida... JongIn pudo habérselo follado desde el principio, pero la jodida mierda era muy espiritual, ya que, el deseo por Do era más complejo que un vano anhelo de satisfacción carnal.

KyungSoo estaba expuesto ante el Señor Kim, y al moreno nada más le faltaban los incisivos para lucir como un genuino depredador.

-Eres muy agresivo para levantar pesas -señaló Kim-. Puedes dañarte.

-Agradezco su consideración, Señor Kim, pero lo tengo todo bajo control.

La voz masculina y vibrante del hombre resbaló por su piel como un pañuelo.

Kim sonrió. -¿Mala noche?

"¿Mala noche?" muchas de ellas de hecho, había perdido la cuenta. A cierta hora de la madrugada se despertaba con una insoportable jaqueca y, para colmo, su doctor no sabía cómo ayudarlo.

Clavó una hora intensa de ejercicio para despejar su mente. Al que menos quería ver ahora era al Señor Kim, que lo veía de arriba abajo incrédulo del cuerpo que tenía. Como si lo hubiese imaginado más perezoso que eso.

Ahh, tal como su hermano decía.

-Estuvo bien -contestó KyungSoo.

JongIn no pudo estar más de acuerdo, aunque sabía que Do mentía.

-Señor Kim, ¿me necesitaba para algo? -preguntó con impaciencia para sacarse cuanto antes al Señor Kim de encima. Su compañía no le venía en gracia últimamente, sobre todo por los sueños vívidos y húmedos en el que el hombre era un espécimen sexual insaciable. KyungSoo estaba molesto: molesto de que su jefe lo persiga hasta en sus sueños.

Confession | KaiSooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora