I.

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En la torrencial madrugada de primavera, la luna husmeaba entre las nubes grises a los cuerpos jadeantes y empapados que rodaban por el césped. El hombre más moreno rasguñó la garganta contraria provocando que su contrincante retrocediera y, tomando esa oportunidad, lo derribó. La suela de su zapato se presionó en la garganta del hombre en el suelo y éste, ahogándose con su propia sangre, lo tomó del tobillo. Se detuvo de hacer su próximo movimiento cuando cazó por primera vez el semblante hostil y siniestro que tenía el tipo encima de él y comenzó a reírse.

—¿Lo vas a conservar?

—¿"Conservar"? —repitió el moreno inclinándose hacia él—. No es un maldito saco de carne.

Por esa efímera distracción, el hombre de piel nívea pudo librarse de su contrincante y cambiar posiciones, ahora él tenía nuevamente ambas manos fundiéndose en el pescuezo del moreno como si fueran hierro caliente.

—Al parecer has olvidado quién eres. ¿Acaso tu madre no te lo ha advertido? Tú solo traes desgracia.

—No pongas a mi madre en tu boca.

Qué irrisorio era ser calumniado por el verdadero culpable, pensó el moreno. Como si ambos no estuvieran al tanto de quién había traído desgracia realmente. Sin embargo, no podía negar que tenía razón en algo: si él olvidaba quién era, solo podría traer muchos problemas.

Y temía que eso era exactamente lo que le estaba ocurriendo.

Por el momento, se encargaría de esa escoria que decía obrar por el bien y volvería a velar por la seguridad del hombre que dormitaba en su cama.

* * * *

Algunos meses atrás.

JongIn se echó a reír cuando la CEO Lee lo observó con un signo de interrogación en la frente.

—JongIn, no divagues.

—¿Por qué no? —cuestionó JongIn—. No seas tan avara, Hyo. Lo haríamos por los niños.

HyoYeon resopló.

—Dios sabe que no me hizo tan humanitaria.

—Señora Lee, ya están todos reunidos en la sala de juntas —anunció su primer asistente.

De camino al destino, JongIn recordaba que los primeros eventos que había organizado HyoYeon cuando fundó la agencia eran mayormente comunitarios. Pero como Lee HyoYeon tenía una apariencia que mantener, quería convencerlo que habían sido estrategias del negocio.

En la sala de juntas, el equipo se apresuró a reacomodarse.

—Señora —llamó su primer asistente—, su café.

—Gracias —agradeció HyoYeon.

El primer asistente se volvió hacia JongIn.

—Aquí tiene... lo suyo, Señor Kim.

JongIn sonrió aceptando el recipiente que le entregaba el asistente.

Al instante, todo pensamiento se esfumó cuando, de camino a su respectivo asiento, pasó por detrás de la elegante presencia del asistente de la señorita Kwon.

El joven Do KyungSoo.

Reprimió una mueca muy inmadura luego de notar que el asistente se había cortado el cabello. Alguien debía alejarlo de las tijeras y otorgarle misericordia a esa cabellera azabache.

Confession | KaiSooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora