En el curso de las edades, el basilisco se modifica hacia la fealdad y el horror y ahora se lo olvida. Su nombre significa pequeño rey; para Plinio el Antiguo (VIII, 33), el basilisco era una serpiente que en la cabeza tenía una mancha clara en forma de corona. A partir de la Edad Media, es un gallo cuadrúpedo y coronado, de plumaje amarillo, con grandes alas espinosas y cola de serpiente que puede terminar en un garfio o en otra cabeza de gallo. El cambio de la imagen se refleja en un cambio de nombre; Chaucer, en el siglo XIV, habla del basili-cock. Uno de los grabados que ilustran la Historia Natural de las Serpientes y Dragones de Aldrovandi le atribuye escamas, no plumas, y la posesión de ocho patas.1
Lo que no cambia es la virtud mortífera de su mirada. Los ojos de las gorgonas petrificaban; Lucano refiere que de la sangre de una de ellas, Medusa, nacieron todas las serpientes de Libia: el áspid, la anfisbena, el amódite, el basilisco. El pasaje está en el libro IX de la Farsalia, Jáuregui lo traslada así al español:
El vuelo a Libia dirigió Perseo,
Donde jamás verdor se engendra o vive;
Instila allí su sangre el rostro feo,
Y en funestas arenas muerte escribe;
Presto el llovido humor logra su empleo
En el cálido seno, pues concibe
Todas sierpes, y adúltera se extraña
De ponzoñas preñadas la campaña...
La sangre de Medusa, pues en este
Sitio produjo al basilisco armado
En lengua y ojos de insanable peste,
Aun de las sierpes mismas recelado:
Allí se jacta de tirano agreste,
Lejos hiere en ofensas duplicado,
Pues con el silbo y el mirar temido
Lleva muerte a la vista y al oído.
El basilisco reside en el desierto; mejor dicho, crea el desierto. A sus pies caen muertos los pájaros y se pudren los frutos; el agua de los ríos en que se abreva queda envenenada durante siglos. Que su mirada rompe las piedras y quema el pasto ha sido certificado por Plinio. El olor de la comadreja lo mata; en la Edad Media, se dijo que el canto del gallo. Los viajeros experimentados se proveían de gallos para atravesar comarcas desconocidas. Otra arma era un espejo; al basilisco lo fulmina su propia imagen.
Los enciclopedistas cristianos rechazaron las fábulas mitológicas de la Farsalia y pretendieron una explicación racional del origen del basilisco. (Estaban obligados a creer en él, porque la Vulgata traduce por basilisco la voz hebrea tsepha, nombre de un reptil venenoso.) La hipótesis que logró más favor fue la de un huevo contrahecho y deforme, puesto por un gallo e incubado por una serpiente o un sapo. En el siglo XVII, Sir Thomas Browne la declaró tan monstruosa como la generación del basilisco. Por aquellos años,
Quevedo escribió su romance El Basilisco, en el que se lee:
Si está vivo quien te vio,
Pues si no murió, te ignora,
Y si murió no lo afirma.
1. Ocho patas tiene, según la Edda Menor, el caballo de Odín
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El libro de los seres imaginarios
FantasyEl libro de los seres imaginarios (originalmente publicado como "Manual de zoología fantástica" en 1957 por el Fondo de Cultura Económica en México), es un libro de Jorge Luis Borges (en colaboración con Margarita Guerrero), que hace una recopilació...