Capítulo 11

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15 años, 10 meses antes

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KONGPOB

—Hace demasiado frio, ¿vamos a tu casa?

La pregunta de Arthit fue sorpresiva. Y Kongpob realmente no quería responderla. Pero no le quedó alternativa, la mirada de Arthit siempre era demasiada presión para incluso negarle algo. Así que se aseguró de dejar clara su posición, y negarse.

— No, mejor no. Quizá no podamos ir a la paya, pero aún está el centro comercial... —ofreció Kongpob sin perderse la expresión decepcionada de Arthit antes de asentir con menos interés que antes.

Su hogar, si el pequeño cuarto de tres por diez metros donde dormía podía ser llamado siquiera así, no era un lugar a donde quería llevar a Arthit.

No cuando Arthit ya era bastante generoso con él. No cuando le compraba comida todos los días, y esperaba por él para comer juntos los vagos minutos de descanso que tenía.

Arthit no podía ir a ese lugar y ver la forma en que vivía. No quería que le tuviera más lastima.

—Odio este clima —se quejó Arthit zanjando el tema. Y Kongpob feliz de que él entendiera, hizo un ruido asertivo mientras caminaba a su lado.

El cielo estaba nublado, oscuro y apunto de dejar caer su furia sobre la ciudad en cualquier momento. Desde las ventanas del restaurante lo único que se apreciaba era el color gris cubierto de nubes y las palmeras meciéndose por el aire.

—¿Quieres dejarlo para mañana? —preguntó Kongpob colgándose la mochila que siempre cargaba al hombro.

—No, pero creo que es lo mejor.

Al salir del restaurante el aire frio se coló en sus huesos, enfriando su piel y enviando un escalofrío a lo largo de sus cuerpos. Arthit se llevó las manos a la boca, exhalando para calentarlas mientras esperaba a que Kongpob cerrara el local.

Arthit también flexionó sus rodillas, esperando a que Kongpob asegurara el candado. Por ello, cuando Kongpob se levantó, lo primero con lo que se encontró fue con la nariz roja y mejillas pálidas en el rostro de Arthit en el camino. El silencio duró apenas unos segundos antes de que Arthit se aclarara la garganta y rompiera el contacto visual.

Kongpob no se perdió su expresión apenada. Se quedaron ahí unos minutos, escuchando el sonido de los automóviles y el ruido general de la ciudad.

Sus casas estaban a lados contrarios, por lo que Kongpob prefirió esperar a que Arthit se fuera primero antes de él mismo comenzar a caminar al lado opuesto hacia el edificio en donde alquilaba.

Pero Arthit no dijo nada, como si estuviera pensando igual que él. Fue entonces cuando a Kongpob se le ocurrió que quizá Arthit no había desistido verdaderamente de su primera propuesta. Así que se adelantó.

—¿Quieres que te acompañe a tu casa?

Arthit se sorprendió por la pregunta, avergonzándose al instante como si hubiese escuchado una ofensa de su parte.

—¡No! No tienes que hacer eso. No soy una chica — Arthit se cruzó de brazos con ambas cejas fruncidas. Kongpob sonrió maliciosamente, divertido por el arrebato de Arthit, viendo con cariño una de esas tantas expresiones ofendidas que hacía cuando se burlaba de él.

—Bien. Entonces, hasta mañana.

Kongpob escuchó una vaga despedida de Arthit justo antes darle la espalda, escondiendo a su vez las manos en los bolsillos de su abrigo. Avanzó un paso detrás de otro, con las incesantes ganas de girarse para ver su rostro una última vez. Pero tuvo que reunir fuerzas y no hacerlo.

Podría ser más confusoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora